Leyes de Chihuahua

¡Hemos realizado la mejor selección de historias en este LIBRO DE LEYENDAS DE CHIHUAHUA! Aquí vas a encontrar desde las más famosas hasta algunas casi desconocidas, que hemos rescatado de la boca de los nietos de quienes las vivieron.

Leyendas de Chihuahua

Los dos ladrones de oro

Se cuenta que dos españoles, que se dedicaban a la extracción de metales preciosos, motivados por los espíritus indios que en aquel entonces cuidaban su territorio, ¡robaron 300 kilos de oro puro traicionando al resto de sus compañeros! Después de hacer esto, decidieron ocultarlo en la parte media del cerro. 

Leyenda de Chihuahua de los dos ladrones de oro

El tesoro fue escondido bajo una gran piedra. Al tratar de regresar a la ciudad, vieron a un grupo de hombres enfurecidos dirigirse hacia ellos. ¡Los habían descubierto! Por esta razón regresaron a lo más alto del cerro. Desde ahí se percataron de que les tenían preparada una emboscada para atraparlos. Debido a su desesperación, decidieron bajar por el lado accidentado. Todo iba bien hasta que una gran piedra se desprendió, provocando que los ladrones cayeran al vacío. 

Los pobladores los buscaron por todos lados, pero lo extraño fue que nunca encontraron los cuerpos, además cuentan que muchos han visto los espíritus de estos hombres. Se dice protegen a todos los ladrones que se refugian en el cerro, y también se cuenta que en algún lugar hay tanto oro que nunca se acabaría, pero nadie lo ha encontrado. ¡Alto! Si están pensando en ir a buscarlo recuerda que es oro robado y todos sabemos que ese tipo de fortunas, siempre están acompañadas de una terrible maldición.

La Pascualita 

La novia más conocida de Chihuahua, conocida también como “La Chonita”, es La Pascualita, la cual se ha hecho famosa desde hace algunos años, convirtiéndose en una tradicional leyenda del estado.

Se encuentra en la Avenida Ocampo, en un negocio de vestidos para novias llamado “La Popular”, en cuya vidriera se muestra el maniquí de una mujer joven desde el 25 de marzo de 1930. 

Las historias de muñecas embrujadas son algo que todos hemos escuchado al menos una vez, y las vemos como fábulas que han inventado para crear cuentos para asustarnos, pero, en muchos casos, nos hacen pensar que esto podría ocurrir en realidad, sobre todo si se trata de historias como la de Pascualita. 

Según cuentan, la dueña del negocio, Pascualita Esparza Perales de Pérez, la mandó traer directamente de Francia y la nombró Chonita por llegar el día de la Encarnación.

Desde el primer día de exhibición, todos los que pasaron frente a la tienda quedaron maravillados con la belleza del maniquí y no tardaron también en darle nombre. La llamaron Pascualita, debido al gran parecido que tenía con su dueña.

Leyenda de Chihuahua de la Pascualita

En poco tiempo, el maniquí ganó fama porque era distinto a todos los demás de su época. El acabado en cera, sus ojos de cristal, cabello y pestañas verdaderos, le otorgaron el título de “La novia más bonita de Chihuahua”, el cual conserva hasta el día de hoy. Sus rasgos y detalles son escalofriantemente reales: la expresión de sus ojos, las líneas de sus manos y forma de las uñas, el pelo insertado en su cuero cabelludo o su tez de apariencia humana, son algunos de los elementos que desconciertan y le han dado fama a este enigmático maniquí.

Pero fue hasta la década de los sesenta cuando empezaron los rumores de que la habían visto moverse, sonreír o bajarse del aparador para caminar por la tienda. Éstos se incrementaron al morir la dueña en 1967, pues a más de uno le dio por afirmar que el espíritu de la señora se quedó atrapado en su adorado maniquí. Inclusive, algunas empleadas de La Popular renunciaron al ver a La Pascualita llorar y moverse. 

Otras personas han dicho que las seguía con la mirada o que su fantasma los perseguía un tiempo si se quedaban viéndola fijamente. Además, algunas empleadas se negaban a vestirla porque, supuestamente, le aparecían venas verdosas en las piernas, que posteriormente desaparecían, al igual que las venitas rojas que más de uno vio en el blanco de sus ojos.

Otra teoría, bastante extendida, dice que la Pascualita es en realidad la hija de la dueña del local, la cual habría muerto el día de su boda por el piquete de un alacrán. Sin embargo, algunos dicen que falleció por una extraña enfermedad y otros más cuentan que fue apuñalada por un viejo novio, justo el día de su boda, antes de dar el “sí”.

Como haya sido, se dice que su madre no pudo con el dolor que le causó esta pérdida, por lo que decidió embalsamarla. La idea de esta madre en luto, era no perder del todo a su amada hija y, para poder darle un descanso digno a su cuerpo, decidió ponerla en la vitrina de su famosa tienda de vestidos para que todos admiraran por siempre la belleza de su hija.

Sin embargo, hay otras versiones sobre la razón por la que esta novia está viva. Se dice que, durante la década de los sesenta, un poderosísimo chamán que visitaba Chihuahua, se enamoró de la bella novia del aparador y le dio vida a través de un ritual. Entonces se convirtió en su amante, acompañándolo, durante los dos meses que vivió en Chihuahua, cada noche a partir de las diez (hora en que ya estaba cerrado el local). Algunos creen en esto, pues dicen que hubo un chamán en la ciudad y que éste salía con una chica muy parecida a La Pascualita en aquella época.

Sea cual sea el origen de la leyenda, la verdad es que, en sus épocas de mayor fama, La Pascualita atrajo curiosos de todos los rincones de México, incluso a las mismas autoridades, pues se sabe que a veces eran tantos los curiosos, que llegaban a congestionar el tráfico de la calle Libertad, forzando a que prohibieran a los coches transitar por allí. 

Se dice que la dueña llegó a recibir muchas llamadas telefónicas de personas furiosas que la acusaban de violar la decencia moral, de transgredir las leyes de Dios al tener un cuerpo embalsamado y hacerlo pasar por maniquí. A causa de estas sospechas, cuando nadie las veía, personas encolerizadas le clavaban las uñas en su piel de cera a la Pascualita.

Supuestamente, todo esto causó que la dueña hiciera público que La Pascualita era un maniquí, pero, pese a eso, cierto día llegó la policía para constatar si era cierta la acusación de que en La Popular tenían un cadáver en el escaparate.

La versión más creíble dice que los inspectores determinaron que era un maniquí, pero otra versión cuenta que, cuando entraron, les dijeron que volvieran después porque La Pascualita estaba siendo bañada. Entonces sospecharon e insistieron en verla y, finalmente, les mostraron al maniquí envuelto en una bata y con una toalla en el cabello, dejándoles únicamente revisarle el rostro por “respeto al pudor”, lo cual les hizo sospechar aún más, pero, misteriosamente, nunca hicieron uso de su autoridad para disipar o confirmar sospechas para ver cómo era La Pascualita por debajo del cuello cuando no tenía su vestido de novia.

Otra mujer dice haber sido salvada de la muerte por el maniquí después de recibir un balazo, pues le suplicó que la ayudara a sobrevivir y, posteriormente, a causa de la milagrosa intervención de la novia de cera, logró salvarse, razón por la cual le enciende velas ocasionalmente desde entonces. 

También hay personas que contratan músicos para que le den serenatas a fin de que no se sienta sola, pues es muy querida.

En la actualidad, muchos siguen creyendo que el maniquí tiene algo sobrenatural y sus dueños la siguen cuidando con esmero, ya que conserva a La Popular como la tienda de vestidos de novia más visitada de Chihuahua, y siempre el vestido que lleva La Pascualita es el más vendido.

Las mujeres de Chihuahua consideran que Pascualita trae buena suerte para las jóvenes que se casarán y compran sus trajes de novia en su tienda, pues sienten que reciben su bendición, ¡pero es importante que sea un vestido que Chonita se haya puesto al menos una vez!

Basta con ver imágenes de Pascualita para darse cuenta de que es muy factible que se tratara de una mujer viva, sobre todo por el detalle de sus manos, su piel y otros aspectos terroríficamente increíbles. Si no lo crees, quizá sería bueno ir a visitarla un día por la noche y esperar a que se mueva, a menos que ella decida ¡seguirte hasta tu hogar por mirarla tanto!

La enfermera fantasma 

El Hospital Central Universitario fue fundado en 1884 cuando Porfirio Díaz era el presidente de México. Se cuenta que, por los pasillos de este lugar, vaga el alma de una enfermera que falleció hace muchos años. 

Existe la anécdota de que una pareja, que había internado ahí a su hijo, no tenía dónde quedarse a dormir a causa de su extrema pobreza. Cuentan que se les acercó una mujer vestida de blanco y les dijo que la siguieran para guiarlos a una habitación, en la cual podrían descansar sin ningún problema. Al despertar y preguntarles a los médicos por tan amable enfermera, con la intención de agradecer su atención, ninguno supo de quién se trataba. 

Es así como nació la leyenda de la enfermera amable del Hospital Central, y con ello, un sin fin de testimonios de chihuahuenses que aseguran haberla visto.

Leyenda de Chihuahua de la enfermera fantasma

Se dice que las personas que tienen mucho apego a los sitios en que alguna vez laboraron, después de su muerte se rehúsan abandonarlos, por lo que se convierten en parte de los fantasmas del lugar. Cuentan las enfermeras que, a veces, les da mucho miedo que se les aparezca, aunque sepan que ella sólo busca ayudarles, pues administra medicamentos, atiende a pacientes y en ocasiones hasta platica con ellos. Es así como la enfermera, con el pasar del tiempo, va dejando evidencias de que su alma o su esencia permanece en el lugar donde en vida entregó muchas horas de esfuerzo. También aseguran que, aunque se han llevado algunos sustos, la aparecida no es para nada un fantasma maligno. 

En 1952, el hospital sólo constaba de un piso y en medio se encontraba un jardín. Había una enfermera por sala y, después de la Revolución Mexicana, fue un hospital psiquiátrico. El pabellón de los enfermos más graves o desquiciados se encontraba donde ahora es medicina de mujeres. A esos pacientes los tenían amarrados y sólo los desamarraban para comer. Era ahí donde se encontraba Yesenia, la enfermera amable, quien desató a uno de esos pacientes que mostró una conducta pasiva. Cuando ella menos se lo esperaba, el paciente se abalanzó sobre su cuello y la ahorcó. Dicen que se aparece porque murió a consecuencia de su negligencia. Desde entonces, su alma se quedó en el hospital, pero a pesar de ser buena, la gente le teme, pues es un espectro del más allá que no está descansando en paz. 

Existe otra anécdota: un señor acababa de ser operado de una de sus piernas. La esposa siempre estuvo al pendiente y después de la operación, los condujeron a la habitación en la cual iban a estar los próximos dos días.

La noche iba a ser larga, de eso estaba segura la mujer del recién operado, pero hasta el momento todo transcurría con normalidad. Las enfermeras le dieron algunas sábanas para que la señora se pudiera dormir en el suelo y así descansar un poco. Ya estando acostada, la mujer no lograba conciliar el sueño, ya que estaba al pendiente de su esposo, así que prefirió aguantar hasta caer rendida. La habitación se encontraba al final del pasillo. Ella podía ver ese corredor hasta el final. Después de un rato, en plena madrugada, se percató de que una enfermera andaba por ahí y estaba entrando a las habitaciones de los pacientes. Conforme se acercaba al cuarto en la que estaban ella y su esposo, su aspecto cambió al de un ser de otro mundo. La esposa, desesperada, le gritó a su marido para tratar de despertarlo y, en el intento de levantarse, desconectó la manguera del suero, entonces una máquina empezó a hacer ruido. Fue así como el dormitorio se convirtió en un caos y el hombre despertó sin saber qué pasaba. La mujer se paró en medio de la penumbra, pero la enfermera ¡había desaparecido!

El cementerio de los Niños

Hay un cementerio, en el oriente de la ciudad, que la gente conoce como El Cementerio de los Niños. Se encuentra ubicado en el polígono que conforman el bulevar Juan Pablo II y Francisco Villarreal Torres, rodeado ahora de fraccionamientos.

Este lugar se encuentra en Ciudad Juárez y es llamado así debido a que la mayoría de los menores de la ciudad eran sepultados ahí. Aunque no lo crean, son tumbas olvidadas, sin lápidas, que se convirtieron en pequeñas montañas de tierra con cruces que, en algunos casos, llevan el nombre del menor fallecido y lápidas con ángeles sin cabeza que dan un aspecto tenebroso al lugar.

En este lugar ocurre un extraño fenómeno, ya que los vecinos dicen que estos pequeños salen por la noche para juguetear con los vivos, con personas que no son de ahí y que desconocen la historia.

Una noche, un equipo de investigadores fue al lugar y cuentan que experimentaron cosas muy extrañas y que posiblemente les confirmaban los rumores de los pobladores. Narraron que en la visita a este panteón pudieron observar huellas de niños en las ventanas de los carros. Es ahí cuando surgieron las dudas del por qué estos angelitos no han encontrado la paz eterna.

Leyenda de Chihuahua del cementerio de los niños

Desde antes de que el lugar estuviera poblado a su alrededor, de noche, quienes pasaban por ahí escuchaban a un grupo de pequeños jugando y si de casualidad algún automovilista realizaba alguna parada ahí, al amanecer podía apreciar cómo su vehículo tenía huellas de manos pequeñas marcadas con lodo.

Hace algún tiempo, la iglesia consideraba que los recién nacidos llegaban a este mundo con el pecado original y que si morían antes de ser bautizados, no podían ir inmediatamente al cielo, así que se piensa que todos estos pequeños aún no encuentran descanso, pues su muerte fue prematura, así que, mientras esperan llegar al paraíso, juegan y se divierten. 

No obstante, los relatos que van de boca en boca entre los juarenses cuentan que, desde lejos, sus siluetas pueden ser apreciadas e incluso hay quien narra haber sido perseguido por esos seres ¡hasta su domicilio!

Quizá si algún día visitas este cementerio, sería buena idea que lleves una pelota o dulces para hacerlos felices, pues todos sabemos que las ánimas de los niños pueden ser muy traviesas y caprichosas si no tienen lo que quieren.

La casa de los chinos

Para los moradores de las faldas del Cerro Grande, las historias de horror y las leyendas que se cuentan sobre esta zona son muy conocidas.

Se dice que la gente que sube a la cumbre y mira hacia el sureste, justo en el horizonte, puede ver unas banderas rojas y, si espera el momento del ocaso, podrá admirar un majestuoso templo chino. Cuentan que lo peligroso es que, después de verlo, la gente corre el riesgo de que se le nuble el sentido de la orientación y si no baja por el lado norte y antes de que oscurezca, la persona es atraída y sometida por él.

Leyenda de Chihuahua la casa de chinos

La señora María Elena tiene su propio relato de cuando ella y su esposo llegaron a la casa de los chinos. Era el 23 de diciembre de 1979 y fue a visitar a una prima a quien le dijo: 

—¿Qué creen? ¡Venimos del Cerro Grande y estuvimos en la Casa de los Chinos!

—Cuéntanos todo, porque acá en la colonia la gente tiene la idea de que hay una casa de chinos, pero es toda una confusión —le contestó su prima.

María y su esposo habían rodeado el cerro por la parte poniente, llegaron a la casa por un camino que bordea las faldas y que hoy en día tiene entrada por el periférico Francisco R. Almada. Cuando entraron a la casa, las puertas estaban abiertas y vieron charcos de sangre fresca por todo el piso. Los muebles estaban también todos llenos de sangre, como si se acabaran de llevar los cadáveres de la gente que habían asesinado.

Su prima insistió en que la llevaran a ella y a su esposo. Al día siguiente, se fueron en un carro. Al llegar, entraron a ver, pero se les hizo muy raro encontrar los cuartos con una capa muy gruesa de polvo y hasta basura, pero nada de sangre.

Tampoco había muebles, ninguno; ni señas de que los hubieran sacado recientemente. Entonces, lo que hicieron fue tomar fotos de la casa. Lo más extraño, además de lo diferente que se veía todo, es que existiera una casa así, de piedra y tan bonita, en aquellas tierras tan solitarias. 

Cuenta la gente de este rumbo, que hace mucho, tal vez en las primeras décadas del siglo XX, vivían ahí unos chinos, una familia muy grande que se dedicaba a la agricultura. Dicen que se iban varias veces por semana a llevar hortalizas al mercado a bordo de carretas de caballos, y que de eso vivían. Se sabe que una noche fueron asesinados todos, desde el más anciano, hasta el niño más pequeño, de una forma brutal, pues eran perseguidos, en tiempos de la Revolución Mexicana, pues se creía que eran aliados de Porfirio Díaz, lo cual nunca se comprobó.

Una amiga de María, cuando supo que, a diferencia de ella y su esposo, su prima no había visto la sangre ni los muebles y le reveló el secreto de la casa. 

—Es que no todos ven la casa, aunque sigan el camino. Es más, mucha gente ni siquiera encuentra el sendero, y si alcanzan a llegar allá, cada quien ve algo diferente: unos ven la sangre, otros se encuentran con los cadáveres de los chinos recién sacrificados y, lo peor, unos pocos son testigos del asesinato, es decir, presencian la tragedia de aquella violenta noche, que al parecer se repite a diario.

Tal es La casa de los Chinos, que envuelve aquel misterioso y brutal asesinato. Actualmente, pocos se atreven a entrar, pues se dice que quien ve la tragedia ¡se vuelve loco por lo macabro de la escena!

Las minas del otro mundo

Años atrás existía en el Cerro Grande una pequeña mina de zinc. Del lugar se extrajeron considerables cantidades de este material. En ella se trabajó durante un tiempo con relativa facilidad, hasta que un día, a unos 200 metros de profundidad, dieron con un pozo enorme en el que de pronto desaparecieron muchos trabajadores. La mina fue clausurada porque se cree que murieron. A partir de ahí, surgieron muchas leyendas, pero la más popular fue la que asegura que lo que ahí vieron, los aterró, pues afirman que ese pozo conduce a un mundo diferente, a otra dimensión o a otra realidad que sólo algunos lograron ver.  

Leyenda de Chihuahua de las minas del otro mundo

Lo cierto es que los que sobrevivieron a la caída, nunca más quisieron acercarse al Cerro Grande, pues desean permanecer todavía muchos años en este mundo antes de averiguar si la muerte los espera ahí.

La caja negra de Majalca

Durante un fin de semana, cinco jóvenes alistaron su equipaje para ir de paseo al rancho de una amiga en el Parque Nacional de Majalca. La mamá de ella les dijo que no regresaran tarde porque por allá sucedían cosas muy extrañas. Uno de los muchachos, que solía hacer bromas muy pesadas, se iba burlando en el camino de los comentarios de la mamá de la joven ¡Quién imaginaría lo que iba a ocurrir! 

El día que debían regresar, se les hizo un poco tarde, la lluvia comenzó a caer y, apresurados, salieron de regreso a casa, pero para su mala suerte se les ponchó una llanta y no llevaban un gato para cambiarla.

Leyenda de Chihuahua la caja negra de Majalca

Buscaron piedras a su alrededor para ponerlas debajo del auto y así poder levantarlo, pero no encontraron ninguna. Después de un rato, a lo lejos, distinguieron un montón de rocas. Cuando uno de ellos levantó una, pero al hacerlo, vieron una gran caja negra. Todos se acercaron con mucha curiosidad y, al destaparla ¡encontraron un cadáver momificado lleno de joyas y un gran anillo en la mano derecha! 

De momento quedaron aterrorizados, hasta que Luis, el joven bromista, tuvo la idea de quitarle el anillo al muerto. Al jalarlo, le arrancó la mano y un líquido verde salió a chorros salpicando al joven.

En segundos, Luis se comenzó a sentir mal, por lo que sus amigos, muy asustados, fueron a pedir ayuda a la orilla de la carretera.

Para su fortuna, un automóvil negro se detuvo y la conductora les ofreció su ayuda, pues notó al joven muy pálido. Les aseguró que llevaría al hospital de la capital de inmediato. 

El resto de sus amigos se quedaron en el lugar, pues necesitarían muchas manos para levantar el auto y cambiar aquella llanta. 

Al ir en el camino, Luis notó que la mujer, de actitud fría, no tenía una mano. Entonces, de forma imprudente, aunque muy débil, le preguntó:

—¿Por qué no tiene una mano?

—¡Tú me la quitaste! —respondió la mujer, muy enojada. 

Más adelante, en la carretera 45, fue encontrado el cadáver de Luis. El médico legista dio como diagnóstico un infarto fulminante…

Los amigos del fallecido tuvieron pesadillas desde entonces, en las cuales aparecía aquella mujer, quien les decía que Luis le había arrancado la mano y que ellos eran sus cómplices, pero que no descansaría hasta encontrarlos. Uno a uno, estos muchachos se quitaron la vida, no se sabe si por órdenes de la mujer, o por la locura que les provocó todo aquello. 

Si algún día encuentras una montaña de rocas, lo mejor es no acercarte, pues profanar una tumba ¡puede costarte la vida!

Los fantasmas de La Casona

Un niño que juega con una pelota azul, otro niño vestido de marinero, una niña triste, una mujer vestida de blanco y otra de negro, son algunos de los fantasmas que habitan en La Casona. Ellos han sido testigos de los cambios de esta mansión, construida por el general Luis Terrazas. 

Se dice que la edificación de esta casa se inició en 1888 y se terminó en 1893. Don Luis la hizo para vivir con su familia y sus doce hijos. Uno de ellos falleció en otra casa por un disparo accidental que le arrebató la vida. Después de eso, el general mandó deshacerse de todas sus cosas, pero ese niño ahora habita en La Casona y deambula por la terraza de la casa, incluso hay personas que lo han visto bajar por las escaleras jugando con una pelota azul.

La casa fue heredada a Elena, hija del general, casada con Rafael Horcasitas, quien, por su apego a la Iglesia, prestó el lugar a las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado, esto sucedió durante la persecución religiosa pues, por mandato, las escuelas y colegios religiosos habían sido cerrados al igual que los templos.

Años después, hubo presencias angelicales y demoníacas. La casa se convirtió en internado, en el Instituto América, y de ahí se ha asociado que algunos de los aparecidos son ángeles que deambulan por el lugar. A las niñas que en ese entonces estudiaban ahí, las asustaban los chirridos de alguna puerta que se abría o se escuchaban ruidos y pasos. Contaban que a veces veían los fantasmas de otras niñas que corrían por todo el edificio. Hasta hoy, siguen apareciendo.

Pero esta casa no sólo fue convento e internado, también fue convertida en un burdel de pueblo, esto gracias a la filmación de la película “El Principio”. En ella, Lucha Villa era la Madame y la que regenteaba a las muchachas, de esta situación se desprende la leyenda de que también demonios deambulan por el edificio.

En el corredor del baño de mujeres hasta  la recepción, deambula un hombre. Juan Francisco relata que antes él tenía una oficina en lo que ahora es el Salón Tres Castillos, donde había una puerta con broches, pero más tardaba él en ponerlos, que una presencia fantasmal en quitarlos. Ésta fue una de las primeras experiencias de este hombre a finales de los ochenta.

El niño marinerito, es otro de los huéspedes de La Casona. Este pequeño tiene entre cinco y seis años. Cuando esta casa albergaba el Centro Cultural, el patio era de cantera con una fuente en medio. Se apagaban casi todas las luces, excepto las de la oficina y un pasillo, así era como el niño se paseaba por la parte alta de la casa, donde claramente se veía su sombra cuando cruzaba por el barandal.

Incluso algunos trabajadores relatan que, tras una posada, una persona se quedó mirando el domo que tenía un espejo. Ahí podía ver todo lo que pasaba en la parte baja, entonces vio al niño, pero no le tomó importancia, pues creía que era el hijo de otro empleado. Pasaron las fiestas decembrinas y un buen día se le ocurrió preguntar que de quién era el pequeño. Todos le dijeron que era una fiesta de adultos y que no había ningún niño.

Otro hombre relató que un día, cuando funcionaba como Centro Cultural, vio a una mujer vestida de blanco que estaba sentada en la fuente del patio. Ese joven, que en ese entonces tocaba en un conjunto musical, se acercó a la señora y le preguntó dónde estaba la gente. ¡Pero esa mujer no existía!, pues lo miró unos segundos y, ante sus ojos: ¡desapareció!

La casa como Centro Cultural albergó muchas exposiciones, una de ellas fue la exposición de unas monedas de oro y plata. En ese tiempo un hombre fantasmal se aparecía custodiando las monedas. Eso hacía correr al vigilante que en ese momento había sido designado a la exposición, pues el ánima que se aparecía lo asustaba, tanto que huía de ahí.

Para otra exposición importante, se requirió la contratación de personal de vigilancia, incluso estaban armados, pero ni así quisieron quedarse, pues veían a un niño vestido de paje deambular por los pasillos.

Leyenda de Chihuahua de los fantasmas de la casona

Alma afirma que, en varias ocasiones, en la casa se colocaron altares de muertos. Las ofrendas y las velas hacían que la gente pensara que se invocaba a la muerte, pues en aquella ocasión, varios aseguraron ver a la Catrina.

También una escritora afirma que cuando La Casona funcionaba como escuela se decía que se prendían las luces. Incluso una maestra de la casa le relató que se oían muchos murmullos. Ella pensaba que eran alumnas de otra clase, pero al salir se daba cuenta que no había nadie.

A finales de los ochenta y principios de los noventa, una auxiliar administrativa, llamada Lorena Chávez, se casó y dejó de trabajar en el lugar. Tiempo después fue de visita con su niña de cinco años. Misteriosamente, la pequeña desapareció, así que los empleados la buscaron y le gritaron, pero la niña no respondía. Tras una larga búsqueda fue hallada en un recoveco, justo donde se ubica el mueble de la caja registradora. A la pequeña le preguntaron qué estaba haciendo y ella les respondió que jugaba con otra niña. Nadie supo quién era ni tampoco la vieron. Aquella pequeña ahora ya es mayor de edad y aún recuerda perfectamente que estaba jugando con una extraña niña.

Un diciembre, Antonio Ferreiro se encontraba en La Capilla. En el patio central había una venta de artesanías que estaban ofertando, pues se daría inicio a la construcción del restaurante.

Eran las siete de la noche cuando vio pasar a una mujer vestida de negro. Claramente la vio caminar por el patio. Él le dijo a un vigilante que le hiciera el favor de prender la luz del baño para que la señora no se fuera a tropezar. El vigilante acató la orden, pero a los minutos volvió y le dijo que no había nadie. Ambos fueron con la persona que se encontraba en la puerta y éste les corroboró que ninguna persona había entrado.

Cuando ya estaban en la remodelación para la instalación del restaurante, un pintor que se encontraba trabajando con los detalles, un día pidió que si lo dejaban entrar temprano. El trabajador se presentó a las seis de la mañana, esperaba que el vigilante le abriera la puerta, pero ésta se abrió sola. Entró por sus cosas y, al pasar, vio a un señor con camisa anaranjada y pantalón negro, él lo saludó con un “buenos días”, sin embargo, no recibió contestación, por lo cual volteó para volver a saludarlo, pero ya no estaba. El fantasma poco atento se había desvanecido.

Este lugar ha sido el hogar de muchas ánimas, algunas buenas y otras malignas, pero eso no se sabe, hasta que te encuentres con ellas. ¿Te gustaría averiguarlo?

La maldición del cura

En Rosales, durante 1811, vivía un cura muy querido por los habitantes de la región. Cuentan que el padre José María Carrasco, quien andaba por los sesenta años, aunque respetado por toda la gente del pueblo, era un muy celoso guardián de las buenas costumbres que enseñaba la Iglesia por aquellos años de principios del siglo XIX. 

Al padre lo rodeaban muchas envidias, pues don Chema era el deshacedor de ofensas en el pueblo y metía su religiosa nariz en todos los conflictos, lo que le acarreó la enemistad de muchos, en especial del Alcalde. 

La gota que derramó el vaso fue la llegada al pueblo de un señor llamado don Antonio Ampudia, quien vino con su esposa, la cual se daba aires de marquesa sin serlo, además de cuatro hermosas hijas que hicieron perder la cabeza a todos los muchachos en Santa Cruz. También llegó con ellos también el hijo de la familia, Tomás, un joven parrandero a más no poder.

El comportamiento de esa familia fue todo un revuelo, pero el cura, quien se había mantenido al margen, se metió cuando Tomás se enredó en amoríos con Lucita Torres, la más querida ahijada del religioso. Entonces, se generó un combate que dividió al pueblo y el escándalo estalló cuando el gobernador de la Nueva Vizcaya mandó a un visitador para que se informara acerca de los supuestos hechos relatados en una carta en la que se acusaba al padre Carrasco de “conspirador”.

El tal visitador, llamado don Francisco de la Serna, fue a hablar con el cura para aclarar el caso. La velada se prolongó hasta las tres de la mañana y, como había bebido demasiado vino, no pudo irse, así que tuvo la mala suerte de aceptar la invitación del párroco para quedarse a dormir en la casa parroquial.

A la mañana siguiente, todo parecía normal, pero al ir el cura a despertar a la visita, lo encontró muerto sin poder darle auxilio, pues en el sueño había fallecido. Se sabe que, al parecer, fue de un ataque cardiaco.

Pronto la ponzoña de la gente comenzó a acusarlo, enviándole una carta al gobernador, afirmando que el párroco era el asesino. Se dijo que Francisco de la Serna había sido envenenado por don Chema Carrasco, así que el Gobernador lo mandó a encarcelar.

La admiración hacia el párroco pronto se transformó en odio. El padre fue atacado por todos los civiles, por eso, sin soportar más su ira dijo: 

—Pueblo mal agradecido, yo los maldigo, ni el polvo de su tierra deseo que me acompañe más, que el santo Dios todopoderoso los condene al fuego. 

Carrasco fue conducido por un soldado que lo llevó hacia la capital del estado. Lo había montado en un burro, con la cabeza viendo a la cola del animal. La multitud que salió a verlo en la calle, lo rodeó con burlas e insultos. El cura lloraba y se le veía realmente triste.

Leyenda de Chihuahua de la maldicion del cura

Dicen que, desde que el padre fue expulsado de la villa de Santa Cruz de Tapacolmes, hoy Rosales, en ese poblado se respiraba muerte. Cuentan que se hablaba en voz muy baja, como si se temiera molestar a algún enfermo. Los jóvenes suspendieron sus rondallas, el carnaval no tuvo a nadie interesado en participar, y el Miércoles de Ceniza, cuando el nuevo clérigo marcaba a los fieles, las mujeres lloraban sin saber por qué y los hombres se sentían muy deprimidos.

Entonces llegó el día fatídico en el que muchos habitantes de Santa Cruz vieron cumplida la maldición del padre.

Ese viernes de Dolores, el templo se llenó de feligreses. Alguien había construido un ramaje de pinos sobre el altar para adornar la celebración y, a un lado, la Virgen Dolorosa desclavaba las manos del Cristo crucificado con angustia. 

Vinieron de todos los ranchos. Los vecinos del pueblo estaban ahí. No cabía nadie más en el templo. Parecía que la gente había asistido para cumplir la expiación de alguna culpa muy grande.

Una de las velas se dobló y la llamita alcanzó un tronco resinoso. El fuego se multiplicó hasta alcanzar el techo de madera, que, de inmediato, ardió también. Todo ocurrió muy rápido. La gente, apretujada, no podía salir y la lumbre hizo presa a la multitud. Gruesas gotas de resina caían sobre las personas y se incendiaban sus ropas en medio del terror más profundo. Todos adentro querían salir, y los de afuera luchaban por entrar para salvar a sus seres más queridos. ¡Era un infierno! 

Después de demostrarse la inocencia del cura Carrasco, se fue a predicar a otro lugar y, en una misa, bajó del púlpito para pedir, llorando, la clemencia de Dios para un pueblo impío. 

En 1940 se reconstruyó la iglesia de Rosales y encontraron a varios muertos el mismo día en que el cura oró por el perdón de ese pueblo maldito.

El Perro Fusilado 

Cuenta la leyenda que Pancho Villa, en su paso por San Andrés, reclutaba a gente para unirse y luchar por la causa, pero que un telegrafista no se unía a su cuadrilla, pues cuando Villa le insistía, le contestaba que no quería porque necesitaba descansar; entonces lo mandó a fusilar. 

—¡Para que en el panteón descanse toda la eternidad! —exclamó el revolucionario. 

Leyenda de Chihuahua del perro fusilado

Al momento de la ejecución, el perro, propiedad del desdichado, se interpuso ferozmente entre el sentenciado y la cuadrilla de verdugos que debían cumplir con su ejecución, por lo que se dio la orden de que lo encadenaran.

Entre forcejeos y ladridos, el fiel canino insistía en proteger la vida de su amo. Antes de escucharse la orden de “fuego”, logró romper las cadenas que lo sujetaban y corrió valientemente hacia su amo.

Sonaron los estruendosos fusiles y, tras ellos, un perturbador aullido que anunció no sólo que el telegrafista había sido fusilado, sino también su fiel amigo. 

Desde ese día a la fecha, por las noches oscuras del mes de junio, se oye la cadena y el lamento del perro pasearse por todo el pueblo; quien lo escucha sabe en ese momento que hasta el viento tiene miedo, porque el perro que gime fue fusilado junto a su amo en el panteón del lugar. Ni siquiera los perros vivos de San Andrés se atreven a interrumpir aquel aullido, pues el escalofrío que provoca su dolor, deja mudo a cualquiera.

Los tesoros de Borja

En San Francisco de Borja se conocen varias historias que cuenta la gente sobre tesoros, porque parece que enterraron muchos en el lugar allá en la época de la Revolución, como uno que enterró cierto general. 

Cuando este general volvió derrotado a su pueblo, después de haber demostrado su apoyo a que los villistas se retiraran, se refugió en la Sierra de Santa Ana junto con otros soldados.

Ya que había asumido su muerte, metió unos cajones de oro y joyas en algún lugar de la sierra y le contó a su esposa sobre un tesoro escondido en un árbol. Luego le dijo que lo desenterrara cuando las cosas se tranquilizaran. Pero se murió, sin decir dónde exactamente, y se llevó el secreto a la tumba.

Tiempo después, la esposa intentó buscar dicho tesoro, pero nunca lo pudo encontrar. Se dice que esta búsqueda la volvió loca y se le podía ver vagando por los pueblos cercanos preguntando dónde estaba el árbol de las cajas de oro.

La leyenda cuenta incluso que, después de muerta, sus alaridos pueden ser escuchados por toda la Sierra de Santa Ana. 

Leyenda de Chihuahua de los tesoros de Borja

También dicen que debajo de la iglesia corre un túnel y que por ahí debe haber un tesoro, pero no es el más valioso de todos; dicen que el más grande está en el cañón de Namúrachi, el cual tiene muchos misterios. ¿Ya lo conocen? 

Esta historia es conocida como El tesoro de los Gigantes en el cañón Namúrachi, y también es muy contado en Borja.

Existen muchas cuevas que fueron refugio de los tarahumaras, pero se sabe que ellos no las hicieron, sino que son mucho más viejas, de la época cuando los gigantes vivían en la Tierra antes que nosotros. Sabemos que esos gigantes se extinguieron por un castigo de su Dios, pero dejaron muchas cosas, como las cuevas de Namúrachi que eran sus casas, y también tesoros muy raros. 

Se cuenta que muchos de estos enormes seres se metieron a vivir dentro de la Tierra, entrando por las cuevas, para librarse de la furia de su Dios y que, un día, van a volver porque este lugar era de ellos.

Luego los tarahumaras se fueron a vivir a las cuevas de Namúrachi, hasta que los españoles llegaron a perseguirlos y tuvieron que irse a la sierra, donde pudieron estar más seguros y tranquilos y no terminar siendo esclavos de los españoles. Pero se cree que esos mismos tarahumaras también dejaron cosas muy valiosas escondidas en aquellas cuevas.

Hay mucha gente que ha buscado esos tesoros en el cañón, y sí, parece que muchos han encontrado cosas de valor, pero el tesoro más valioso de todos, dicen, no es de monedas de oro ni de joyas que escondieron por todas partes los bandidos de la Revolución o los tarahumaras; no, ese tesoro es de las riquezas de los gigantes. 

Sin embargo, es difícil saber en qué consiste esa fortuna, pero seguro son cosas que jamás han visto los humanos, objetos muy antiguos que son muy valiosos sólo por haber pertenecido a los gigantes.

Lo que la gente no sabe con certeza, es si aquellos objetos son mágicos o están malditos, pues nadie sabe si, quien los encuentre, será perseguido por quien los enterró. El problema, sería encontrar el de un gigante y ser perseguido por su colosal espíritu.

Una lágrima tiembla 

En el municipio de Ocampo, cierta noche, se escuchó un rumor que anunciaba el fusilamiento de niños, jóvenes y señores. Los habían encarcelado y su único delito era el de haber invadido propiedad privada. Se escuchaban los gritos y lamentos de tanta juventud que vería cortada su vida al amanecer. 

Leyenda de Chihuahua de una lágrima que tiembla

El día era triste, la muerte estaba presente, mientras los bárbaros ejecutores sin escrúpulos, asesinaban sin piedad. Al fin, quedó sólo un jovencito. Sin clemencia, uno de los verdugos le dio el tiro de gracia, mientras su madre veía una lágrima en su mejilla. Sólo pensaba: «No volverán jamás a reír y a soñar». 

En la actualidad, se cuenta que hay duendes en el lugar que ponchan y desinflan las llantas de los camiones madereros, saltan, brincan y hasta se comen el almuerzo de los choferes. La gente cree que son las mismas criaturas inocentes que un día fusilaron sin piedad y ahora hacen cientos de travesuras para olvidar su dolor. Pero que ni se le ocurra a un militar o policía pasar por ahí, pues se dice que muchos han sido torturados por estas pequeñas criaturas, que los muerden, golpean, pinchan o gritan en los oídos, todo aquello, para hacerles experimentar el terror que ellos mismos vivieron antes de morir. 

Benito Mateo 

Cuentan que esta historia ocurrió durante la época de la Revolución Mexicana en Ciudad Guerrero, Chihuahua. Se dice que fue en un pequeño poblado localizado en donde actualmente es La Junta Chihuahua o en sus cercanías. 

Benito Mateo, indio mayo, se dedicaba a vender hierbas curativas, arte de sus antepasados. Su filosofía era que nadie moría la víspera, si no cuando le tocaba. Su esposa era originaria de Yécora, Sonora, mujer morena de especial belleza, con la cual no había podido tener hijos. 

En ese tiempo, Benito se encontraba muy ocupado curando mediante hierbas a los heridos de la lucha revolucionaria, motivo por el cual su esposa permanecía la mayor del tiempo sola, por esa razón le pidió que le permitiera vivir en Guerrero, Chihuahua. 

Leyenda de Chihuahua de Benito Mateo

La lejanía, el tiempo y las pocas visitas, dieron pie a que se distanciaran poco a poco, hasta que un día un soplón de Guerrero le informó a Benito que su mujer lo engañaba con otro hombre.

El indio mayo, al darse cuenta de esa situación, se sintió traicionado y de inmediato tomó su rifle Winchester para ir a visitar a la traidora, pero la encontró sola y tranquila. Hablaron con calma, pero luego la conversación se tornó violenta, pues Benito le exigió que en ese momento se regresara a donde vivían y ella no aceptaba volver a vivir en La Junta con su marido, pues en Guerrero se sentía muy feliz. La discusión subió tanto de tono que los habitantes del pueblo dieron aviso a la guarnición militar.

Al lugar de los hechos acudió personalmente el coronel Vega, quien encaró a Mateo exigiéndole que dejara a la mujer en paz, que dejaran de discutir y que, a la mañana siguiente, cuando estuvieran más tranquilos, tomaran una decisión.

Benito Mateo pensó que seguramente el amante de su esposa era un militar y por eso el coronel defendía a la infiel. Como el indio mayo no hizo caso a lo dicho por Vega, éste último sacó su arma con la finalidad de imponer su autoridad, lo que el indio interpretó como una agresión en su contra y le disparó, pero el coronel también accionó su arma. Pese a que se balearon mutuamente, Mateo no recibió ningún impacto y Vega falleció en el lugar de los hechos.

De inmediato llegaron los pobladores y los militares, quienes se fueron encima del indio mayo y lo asesinaron. Aunque Benito Mateo tenía el rifle en sus manos y pudo defenderse, no lo hizo, pues sabía que ya no era la víspera y le había llegado el momento de morir.

Nadie nunca se explicó porque el indio no recibió ningún impacto, pues el coronel Vega era un excelente tirador y fácilmente pudo haber disparado primero y dar en el blanco. 

De la viuda ya nunca se supo, pero se murmuraba que había regresado a Yécora, a poca distancia de la costa, en donde existía un convento de religiosas. 

De la misma manera se llegó a saber que, con frecuencia, la viuda se internaba en la sierra y se entrevistaba con un sujeto con quien sostenía relaciones amorosas. Pese a que se intentó conocer la identidad del individuo, nunca se supo de él, motivo por el cual las devotas aseguraban que, en la sierra, la viuda se encontraba con su amante, que era el mismo Diablo. 

Por mucho tiempo se aseguró que, en las noches frías de invierno, en las inmediaciones del pueblo, se podía ver a un indio con un rifle en la mano. Muchos decían que se trataba de Benito Mateo. Es por ello que la gente temía encontrárselo, pues nunca es buena idea toparse con un alma en pena y menos si trae un rifle.

La bella Llorona

Una de las leyendas más difundidas en nuestro país es la de La Llorona, que tiene poco más de 400 años. En el caso de Meoqui, platica la gente que tenía nombre y se llamaba Catarina. La belleza de esta mujer era inigualable, provocaba deseos a los hombres y envidias a las mujeres. 

Dicen que vivió en Meoqui hace muchísimos años. Era una mujer casada con un hombre gris y taciturno que no le ponía mucha atención.

Como se sabía bonita y  estaba cansada de tanta indiferencia, muchos hombres empezaron a cortejarla, pero ella era fiel a su esposo y a sus dos hijos gemelos, porque su máximo anhelo era que crecieran dentro de un seno familiar estable y apegado a las buenas costumbres de la época.

Sin embargo, los lugareños cuentan que un mal día fue presa de la tentación de un hombre que logró seducirla y ahí comenzó su perdición.

Catarina se enamoró de él y pensó en divorciarse de su indiferente esposo para tener una vida mejor en lo sentimental, pero dicho hombre, luego de haberse aburrido de su conquista, dejó de hablarle e incluso se fue del pueblo por un tiempo sin que nada se supiera de él ni en Meoqui ni en sus alrededores.

Leyenda de Chihuahua de la bella llorona

Mientras tanto, el traicionado esposo se enteró de la infidelidad de Catarina y le reclamó por su comportamiento inmoral para las costumbres de la época y el lugar, donde estaba muy arraigado el machismo y el dominio del hombre.

La golpeó un par de veces, pero ella, en vez de sentirse avergonzada, cogió un machete y mató a su marido para luego enterrarlo en el jardín de su casa. Como sus dos hijos habían sido testigos del asesinato, los llevó al río San Pedro y les dio muerte también, ahogándolos (cuando el río si llevaba agua, no como ahora que está seco).

Algunos dicen que, arrepintiéndose enseguida, se lanzó a sacarlos y, pidiendo ayuda, se volvió loca al ver que sólo ella era rescatada. 

Cuando la policía encontró los cadáveres de los gemelos, Catarina ya había perdido la razón y a nadie se le ocurrió culparla por su espantoso crimen, el cual se le achacó al esposo por su repentina desaparición y los golpes que ella tenía en su rostro.

A partir de entonces, Catarina se dedicó a vender su cuerpo. Como seguía siendo una mujer muy bella y atractiva, muchos hombres la buscaban, a pesar de que ya para entonces se rumoraba que alguien asesinaba a los jóvenes en las noches que se escuchaba el aterrador grito de la Llorona.

Pasado el tiempo, en cierta ocasión, regresó al pueblo aquel amante y después de haber tomado varias copas en la cantina, se fue caminando a su hogar. En la calle se encontró con una mujer que, al principio, no reconoció, pero luego de verla bien se dio cuenta de que era Catarina.

Por despecho y para cobrar su venganza, ésta lo ignoró y él insistió en invitarla a un paraje oscuro. Ella siguió haciéndose del rogar hasta que supuestamente cedió.

Caminaron abrazados, el amante, entre los humos del alcohol, quedó anonadado con su belleza y llegaron hasta la orilla del río.

Señala la leyenda que el hombre trató de besar a la fuerza a Catarina, pero ella sacó un cuchillo y lo apuñaló varias veces hasta que al final se lo clavó en el corazón. Fue un crimen horrible que nadie pudo explicar.

Después de esto, Catarina visitaba de día a sus amistades, quienes ignoraban que fuera La Llorona. 

En un baile al que asistió, bella pero llena de melancolía, se retiró antes de las doce y, mientras los músicos cenaban, se oyó el grito estremecedor de La Llorona y una de las damas meoquenses, en tono de broma, insinuó que Catarina era esa mujer que lloraba. En aquella fiesta, un foráneo, impactado por lo hermosa que era, al final del baile le había ofrecido llevarla a casa. Ella aceptó, y antes de las doce, decidida y veloz, bajó del carro y desapareció al doblar la esquina, oyéndose después el lamento de La Llorona. El joven fue a buscarla, pero Catarina había desaparecido. 

Pasaron los años y Catarina murió. Nadie fue a su entierro, excepto el sacerdote y el sepulturero. Ahí terminó la triste historia de Catarina y empezó la de La Llorona en Meoqui, aunque ya para entonces la gente decía que de vez en cuando se escuchaba su lamento. En la actualidad todavía se cuenta que cuando se oye el grito de La Llorona, significa que habrá una muerte. Después, efectivamente, al amanecer encuentran a un joven muerto junto al río y se cree que es el ánima de Catarina la que sigue cobrando venganza y es conocida como La Llorona de Meoqui.

Según la leyenda, quienes aseguran haberla visto y han sobrevivido para contarlo, afirman que es una mujer muy hermosa, sensual, que atrae a los hombres jóvenes para seducirlos y robarles el alma.

De cuando en cuando se le ve en el vado, pero sólo el destino sabe si algún día será de nuevo feliz o si seguirá llorando por siempre con su lúgubre voz que se lamenta diciendo: 

—¡Aaaay mis hijooooosss! 

El diablo que baila swing

En Ciudad Juárez, las jovencitas ponen mucha atención a los pies de sus parejas de baile. La razón es por aquella leyenda que cuentan desde hace muchos años. 

Mientras bailaba al ritmo de swing, aquella hermosa mujer, que apenas rondaba los dieciocho años, percibía la envidia de todas las demás ahí presentes y se sentía halagada y orgullosa. Los giros que daba en los brazos del apuesto y elegante caballero que la había elegido como pareja entre todas, la hacían sentirse como una reina.

Leyenda de Chihuahua del diablo que baila Swing

Horas antes, Martha, al no tener el permiso de sus padres, se había escapado de su casa para ir a bailar.

El ser la elegida por el más apuesto de aquel salón de baile llamado El Carrusel, le hizo olvidarse de la reprimenda que le darían al volver a su hogar y sólo pensaba en ella y en sus sueños hechos realidad con su príncipe azul.

De pronto, su nariz olfateó un fuerte olor a azufre, similar al del huevo podrido, y sus ojos apreciaron una nube de humo que se formaba a su alrededor, al tiempo que otras parejas, que bailaban a su lado, empezaron a alejarse rápidamente.

Al voltear a ver a su pareja, se dio cuenta de que en vez de pies ¡tenía una pata de chivo y otra de gallo! Antes de poder exclamar alguna palabra o de intentar correr, perdió el sentido y cayó al suelo con la espalda rasguñada ¡Había bailado toda la noche con el diablo!

Espectros de la Revolución

A altas horas de la madrugada, cuando los habitantes de la colonia El Barreal se encontraban ya dormidos, aquel velador de un restaurante de la avenida Insurgentes, se disponía a tomar una taza de café cuando, de reojo, alcanzó a percibir que varios hombres furiosos se abalanzaron sobre él.

La luz se fue en ese momento. Escuchó gritos y objetos estrellándose contra el piso para después ser invadido por el temor y el frío.

Recibió un golpe en la espalda. Pensó que lo derribarían en el interior del comercio que cuidaba y que todas las pertenencias del lugar serían robadas, lo que lo hizo reaccionar y voltear de frente sólo para descubrir que no había nada.

Leyenda de Chihuahua de los espectros de la revolución

Instantes después, la electricidad regresó y, envalentonado, decidió revisar el negocio sin ver nada anormal, ni un plato roto.

En la mañana, al contarle a sus conocidos su experiencia, se encontró con historias similares ocurridas en distintas fechas, pero en el mismo sector.

Los relatos tenían como escenario el viejo edificio del Canal 5, la preparatoria Allende y hasta el hotel que alguna vez fue el Gran Tívoli, ubicado sobre la avenida Lerdo.

Se cuenta que esos lugares fueron escenarios de hechos violentos, donde mucha gente perdió la vida durante la toma de Ciudad Juárez en 1911, en plena Revolución.

En la Insurgentes y Perú se ubicó una trinchera donde muchos soldados federales pelearon hasta el último instante y perecieron bajo la metralla de los villistas, mientras que en el lugar donde se encontraba el canal de televisión hubo numerosos fusilamientos.

Al paso del tiempo, los moradores del sector olvidaron los hechos sangrientos que ocurrieron ahí, pero las leyendas de aparecidos se multiplicaron.

Ahora es muy común que algunas personas narren sucesos acerca de sus encuentros con aquellos revolucionarios enfurecidos, que muchas veces se acercan demasiado a los vivos y les arrebatan la vida, pues nunca falta el ánima enloquecida que dispara a matar.

El Loco Police

Esta leyenda es de las más antiguas de la ciudad y se registró en torno a un depósito de agua construido de metal en los patios de la antigua Presidencia Municipal en 1906, el cual estuvo en servicio hasta 1947, cuando fue desmantelado por orden del entonces alcalde Carlos Villarreal.

El depósito suministraba agua a toda la población y era llenado con una bomba que funcionaba primero con un motor de gasolina y después con uno eléctrico.

En aquellos tiempos, un hombre afectado de sus facultades mentales, conocido por todos como “El Loco Police”, deambulaba por las inmediaciones del mercado Cuauhtémoc, la Misión de Guadalupe y la Presidencia Municipal, viviendo de la caridad de la gente.

Leyenda de Chihuahua del loco Police

Lo mismo se le veía en temporada de calor que de frío, sin que nadie le diera albergue, hasta que un día el hombre subió al depósito de agua y abrió la tapa para darle mantenimiento y limpiarlo. Al estar mirando al interior, perdió el equilibrio y cayó dentro sin poder salir, así que se ahogó.

El incidente pasó desapercibido y nadie lo echó de menos, hasta que un día, por las llaves de agua de algunas casas ¡empezaron a salir pedazos de ropa y piel! Tras recibir la queja, las autoridades investigaron. Entonces, empleados del gobierno revisaron el depósito y encontraron en el interior los restos de “El Loco Police”.

La noticia no fue divulgada y las autoridades desmantelaron el tinaco y argumentaron que algunas de sus partes habían sido robadas, cuando la realidad fue que por mucho tiempo la población tomó agua de cadáver.

La situación no paró ahí. Los juarenses empezaron a reportar que de noche era frecuente escuchar gritos y ver el fantasma de quien murió en la cisterna. Algunos incluso aseguran que, al abrir la llave del agua, escuchaban un gemido desesperado ¡como si alguien se estuviera ahogando en el agua!

Un grito de terror

En la zona Centro de Ciudad Juárez, desde hace más de 350 años, hay decenas de relatos que recuerdan sucesos trágicos y son contados por la población. Una de estas historias es la del fantasma del “derretido en el crisol”.

Quienes la recuerdan señalan que hace muchos años, en una casa ubicada a un costado de lo que es actualmente la plaza del Monumento a Benito Juárez, en los antiguos patios del ferrocarril, había un crisol fundidor de metales en el que cayó por accidente uno de los trabajadores.

Leyenda de Chihuahua de un grito de terror

La muerte fue instantánea, pero entre quienes lo presenciaron se quedó presente el desgarrador grito del hombre que murió quemado en la fundidora de metales.

Desde entonces, por las noches, se escuchan sus gritos macabros, eso sin contar la cantidad de personas que han visto su fantasma corriendo envuelto en fuego y desfigurado por las llamas, en las inmediaciones del Monumento e incluso perciben el olor de su carne quemada.

Todavía hay madres que le dicen a sus niños, cuando hacen berrinches en la calle:

—¡Gritas como “derretido en el crisol”!

Los novios de la carretera

Cuentan que poco antes de llegar a la ciudad de Aldama, yendo de Chihuahua, en el lugar que los aldamenses conocen como El Rebaje, se aparece una mujer vestida de blanco y un hombre de negro que han causado algunos accidentes automovilísticos, porque los conductores se asustan y muchos pierden el control al tratar de esquivarlos.

Dicen algunos residentes que son varias las personas que los han visto, tanto en el día como en la noche.

También comentan que, hace unos años, un trabajador de una maquiladora salió temprano de laborar y cuando iba rumbo a Chihuahua en su carro, al ir pasando por El Rebaje, vio a una mujer vestida de blanco pidiendo “aventón” a la orilla de la carretera, pero que no se detuvo a auxiliarla.

Leyenda de Chihuahua de los novios de la carretera

Mencionan que el conductor, apenas pasó por donde estaba la mujer, vio por el espejo retrovisor de su auto que la mujer iba en el asiento de atrás de su carro. Fue tal el susto que por poco se sale de la carretera, directo al barranco.

Algunos comentan que el hombre renunció a su centro de trabajo y no regresó ni por el finiquito, pues no quiso pasar por ahí nunca más.

Muchos conductores dicen haber visto al hombre, pero alcanzaron a frenar y una vez que se detuvieron, había desaparecido.

Se dice que esta pareja de ánimas, eran unos recién casados que hace muchos años tomaron esta carretera y su auto se quedó sin combustible, por lo cual tuvieron que caminar, de noche, pidiendo que alguien los llevara a la gasolinera más cercana. Un conductor, que venía en estado de ebriedad, al verlos perdió el control y los atropelló, dejándolos gravemente heridos. Nadie pudo ayudarlos, pues sus cuerpos cayeron fuera de la carretera, lejos de la vista de los conductores. Ambos murieron en el transcurso de la madrugada, con el cuerpo destrozado y llenos de dolor, no sólo por las heridas, sino también porque ambos cayeron a unos cinco metros de distancia uno del otro y no pudieron ni decirse adiós. 

Ahora se les ve en este tramo de la carretera, esperando que alguien los lleve lejos de ahí, pero, aunque a veces algunos choferes los suben o las mismas ánimas abordan sin autorización, siempre se bajan de nuevo, pues su pareja se queda en aquel lugar y no quieren separarse, así que irremediablemente se quedarán atrapados en ese lugar, recordando su tragedia, por siempre. Los pobladores dicen que quizá quieran que alguien más pierda la vida en este lugar, para tener compañía.

La cascada de Basaseachi

En el año 1427 ocurrió un evento que llegó a convertirse en una leyenda. Había una tribu rarámuri que vivía en una cascada muy alta en la sierra. Tenía un jefe de tribu llamado Candameña. 

En la actualidad, este lugar es conocido como «La Barranca Candameña» y pertenece a las Barrancas del Cobre; conocida también como la Barranca de las Cascadas, debido a que tiene las dos más altas del país: La Cascada de Basaseachi y La Cascada de Piedra Volada.

Candameña tenía una hija llamada Basaseachi, quien era una joven muy bonita. Ella era su más grande tesoro y estaba muy orgulloso de que fuera la más bella de todas las mujeres de la tribu rarámuri.

Casi en todas las tribus, cuando una mujer llega a la edad de contraer matrimonio, se le busca a alguien para que se case con ella, pero el señor Candameña no quería que su hija se uniera a alguien que fuera inferior y además deseaba tenerla siempre a su lado, así que no quería que se casara para que nunca lo abandonara.

Leyenda de Chihuahua de la cascada de basaseachi

Basaseachi había conocido a un hombre. Ambos se enamoraron, pero él era un simple campesino. Su nombre era Teporaca.

Cuando decidieron casarse, ella le dijo a su amado: 

—Mi padre no aceptará que nosotros seamos esposos. 

—Debemos entonces ir a hablar con él —respondió el joven. 

—Está bien. Mañana se lo haré saber —aseguró la enamorada, con esperanza.

Al día siguiente, Basaseachi le dijo a su padre que amaba a un hombre y quería casarse con él. 

—¿Quién es el hombre? —preguntó Candameña con curiosidad. 

—Es él —respondió la joven haciendo entrar a su prometido.

Cuando el padre conoció a Teporaca, como era de esperarse, se opuso a que se casaran. No le gustó la idea de que su hija se uniera a un simple y pobre labrador. Candameña imaginaba para su hija a un hombre que fuera el más fuerte y valiente de todos los guerreros de su tribu.

Entonces ordenó que se hiciera una competencia entre sus mejores hombres, así, el guerrero que fuera ganador, podría casarse con su hija. 

—Si quieres ser esposa de Teporaca, entonces debe competir y derrotar a cada uno de los guerreros —le dijo Candameña a su hija.

La competencia era pelear hasta que algún guerrero muriera o decidiera rendirse y todo terminaría hasta que quedara sólo un guerrero. La idea del padre era que Teporaca no pudiera ganar el derecho a casarse con su hija.

Fueron cinco hombres: Tónachi (el señor de las cimas), Pamachi (el señor de más allá de las barrancas), Areponápuchi (el señor de los verdes valles), Carichí (el señor de las filigranas de la cara al viento) y Teporaca (un simple y pobre labrador).

Las peleas fueron durante la mañana y hasta la tarde. Teporaca derrotó a todos los guerreros, uno por uno, así que él fue el ganador. Ahora podía casarse con su amada Basaseachi en forma honrada y toda la tribu estuvo de acuerdo con la decisión. 

El jefe Candameña no podía creerlo y estaba muy enojado, así que no le importó que su hija amara a Teporaca, por lo que ordenó la aprehensión y muerte del valiente joven. El muchacho fue hecho preso y se le acusó de un delito inventado. Él nunca supo qué había hecho mal.

Teporaca fue llevado a la cascada y, en ese lugar, arrodillado frente a una roca, le cortaron la cabeza con un hacha afilada. El joven murió al instante y Basaseachi lloró por tres días. La pobre no podía comprender la crueldad de su padre.

Después de algunos días de la muerte de Teporaca, el jefe Candameña ordenó a su hija que se casara con el peleador que había quedado en segundo lugar. Basaseachi no aceptó.

La joven huyó de su casa y se fue a la cascada, desde donde estaba decidida a tirarse al vacío. Su padre y la tribu la siguieron hasta el lugar y la encontraron en la orilla de la cascada.

—¡Si no deseas casarte, no lo hagas, hija, puedes tomar la decisión que tú quieras, yo respetaré lo que prefieras, pero no vayas a saltar de la cascada! —suplicaba Candameña.

Entonces Basaseachi saltó, pues quería reunirse con Teporaca. Algunas personas contaron que Candameña tenía poderes mágicos y para que su hija no muriera, la transformó en parte de la cascada.

Después de esto, su padre se sintió muy triste y arrepentido por lo que le había hecho a su hija. Poco tiempo después desapareció sin dejar rastro. Así fue olvidado por los hombres de la tribu, pero los más viejos decían que el espíritu de Candameña todavía caminaba por la cascada buscando a su amada hija, Basaseachi.

La casa del ahorcado 

La casa del ahorcado es la edificación más famosa de la comunidad de Rosales, Chihuahua. Una leyenda que corre de boca en boca, nos cuenta que en esta casa vivía un hombre muy rico con su esposa y sus cuatro hijas. Este señor, que contaba con propiedades al por mayor y una que otra mina, estaba muy asustado porque temía que los revolucionarios llegaran a apropiarse de sus riquezas y de sus hijas. Tanto era su miedo, que terminó ahorcándose por cobardía, dejando a su familia a su suerte. 

Leyenda de Chihuahua de la casa del ahorcado

Es una casa que la gente ha respetado y, a diferencia de otras casas abandonadas, tiene todos sus muebles, además de que no hay un solo grafiti e incluso aún es bonita. 

Cuenta la leyenda que existe una maldición en la casa, la cual condena a todo el que entre sin permiso. Dicen que una vez maldita la persona, comienza a ver al ahorcado en todos lados, en las sombras, en los reflejos de las ventanas y sobre todo en los espejos. Algunos aseguran que es posible salvarse realizando un sencillo ritual: se debe colgar una soga del árbol del ahorcado y balancearla cinco veces. Otros aseguran que no se puede escapar jamás de la maldición, así que es mejor no arriesgarse a ser perseguido eternamente por el ahorcado.

El Hospital Psiquiátrico para Niños

En 1935, el hospital psiquiátrico para niños, Santa Bárbara, abrió sus puertas. Éste fue construido en un lugar alejado de la población.

El lugar inició oficialmente con cincuenta y un niños, a los que se les daba terapia y alojamiento, ya que la mayoría de éstos eran huérfanos. Desde siempre, se escuchó hablar acerca de que a los pobres niños los maltrataban. 

El hospital era controlado solamente por un doctor, de origen inglés, llamado Wilkins y dos enfermeras. Una de éstas era pareja sentimental del doctor. 

Los rumores de maltrato se comprobaron cuando, en 1941, encontraron, a dos kilómetros del hospital, los cuerpos de dos niños que estaban a cargo del doctor Wilkins. Ambos cadáveres presentaban quemaduras, marcas de latigazos e incluso incrustaciones de madera en la piel. Con esto, las autoridades decidieron cerrar el hospital el 15 de febrero de 1941. 

Tres de los niños internados tenían familias, así que fueron devueltos a sus hogares. Los otros cuarenta y seis, se decidió reubicarlos en distintas clínicas de Ciudad de Juárez, Chihuahua y Monterrey, Nuevo León. 

Sin embargo, al contar a los niños enviados a cada lugar, sólo tenían cuarenta y cuatro. ¿Qué había pasado con los otros dos niños? ¡No se sabía!

Pero hubo otra pista. El día que estaban cerrando el hospital, cinco diarios fueron a cubrir la nota. En el momento en que el inspector estaba poniendo los sellos que impedirían a la gente entrar de nuevo, algunos periodistas tomaron fotos. Cuando se revelaron, se pudo ver que, en el fondo de la escena, iban saliendo las dos enfermeras con un cuerpo envuelto en una sábana. ¿De quién era ese cuerpo? ¿Por qué no se dijo nada al respecto? 

Leyenda de Chihuahua del hospital psiquiátrico para niños

Un dato más fue que el hospital contaba con equipo para cincuenta y cinco niños, pero, según Wilkins, el hospital contaba sólo con cincuenta y un pequeños. Sin embargo, durante los seis años que duró abierto el centro médico, siempre dijo que no aceptaba a más pacientes porque el hospital estaba lleno. Esto hizo que se pensara que había otros cuatro niños dentro, de los cuales no había registro. 

Después se supo que, en efecto, el lugar estaba lleno, pues había tres camas extra, y rastros de que eran ocupadas. Al final, después de varias investigaciones, se descubrió que eran siete los niños internados que nunca fueron registrados y habían desaparecido junto a dos que se suponía que habían sido reubicados.

En 1960, el hospital cumplió el plazo en que debía estar cerrado, por lo cual le quitaron los sellos, sin embargo, jamás volvió a ser usado y aún está ahí. 

El lugar permanece rodeado de una enorme barrera de sicomoros. Su interior, aún amueblado, tiene algunos documentos y los equipos de sanación de aquellas épocas. Sin duda es un hospital que guarda un secreto escalofriante.

Se dice que hay personas que ven a los niños en las ventanas, con sus caritas tristes y demacradas, pero las autoridades aseguran que no hay nadie. 

Algunos más valientes se han acercado más al lugar, pero no entran, pues desde afuera se escuchan los gritos de los pequeños, llorando, pidiendo que dejen de pegarles y, en los casos más extremos, golpeando la puerta desde adentro pidiendo que los saquen de ahí. Cuando alguien se asoma, descubre que no hay nadie, pero se siguen escuchando las voces de los niños.

A diferencia de las ánimas de otros pequeños, estos no ríen, sólo sufren y piden ayuda, sin que nadie pueda sacarlos de ahí, pues son almas que penarán por siempre, entre el dolor y el miedo.

La niña de la cascada

Cuentan las personas que viven cerca de la cascada de Basaseachi, en el estado de Chihuahua, que ahí vivía una pequeña niña de nueve años y sus padres, todos de origen indígena. 

Leyenda de Chihuahua de la niña de la cascada

Se dice que una tarde en que la pequeña bajó al río de la cascada, unos criminales la atacaron hasta matarla. Los hombres, asustados, la aventaron al agua y huyeron. La gente no hizo nada para detenerlos.

Hoy en día, la niña se le aparece a las personas que acampan cerca de la cascada. Se le puede ver mojada, con sus labios morados por hipotermia y hambrienta. Se acerca a los turistas y les pide ayuda. El nombre de la niña es Juanita y es difícil que alguien se niegue a ayudarla, pues su presencia provoca mucha tristeza. Aquellos que no le dan nada, cuando regresan a su hogar sufren un terrible accidente o ¡sus seres más queridos mueren!

El tesoro de Miñaca

A principios del siglo XIX, en el estado de Chihuahua, vivía una mujer que era partera. Este trabajo era muy solicitado por la falta de doctores en la región.

Un día, un grupo de apaches tocó a su puerta durante la noche. Le pidieron que los acompañara para ayudar a una joven a tener a su bebe. La mujer, al ver a los apaches, se asustó y no quiso seguirlos, pero ellos no aceptaron la negativa, así que la agarraron a la fuerza y se la llevaron con los ojos vendados.

Leyenda de Chihuahua del tesoro de Miñaca

Cuando por fin llegaron, la mujer notó que se encontraban en las faldas del cerro Miñaca. Los apaches la guiaron a una de las cuevas donde se encontraba una gran cantidad de hombres y, al fondo, una mujer que tenía dificultades para dar a luz. La partera rápidamente la ayudó y pudo nacer el bebe. El jefe de la tribu, en agradecimiento, le obsequió algunas cosas de oro que se encontraban en la cueva. Luego la mujer fue regresada a su hogar. 

Poco después, ella contó sobre la cueva y muchos intentaron buscar el tesoro, pero hasta el día de hoy no ha sido encontrado.

No se sabe si aquella tribu tenía el poder de desaparecer o si ¡esta mujer estuvo aquella noche con los espíritus de los apaches!

La dama elegante 

Una noche de primavera, dicen que era un Jueves Santo, transitaba un taxi de sitio por la avenida Ocampo. Regresaba de llevar un pasaje a la Fundación. Era cerca de la medianoche cuando el chofer vio a una mujer muy bien vestida parada cerca de la vía del tren. Ella le hacía señas con un pañuelo en la mano. Acostumbrado a recoger pasaje por donde transitaba, dio un giro sobre la carretera, se acercó y detuvo el vehículo. Ella, sin decir palabra, abordó en el asiento trasero y se acomodó con distinción.

—¿A dónde la llevo, señora? —preguntó el taxista con amabilidad.

—Tengo que cumplir una manda, necesito visitar siete templos —contestó la dama con voz amable.

—¿A cuál quiere ir primero? —le preguntó intrigado.

—Vamos a la iglesia de San Francisco y de allí me lleva a la de El Santo Niño.

El conductor, un poco desconcertado, se dirigió a la población y sólo se concentró en cumplir el deseo de la elegante dama. La observó por el espejo retrovisor y notó que no era de facciones propiamente bellas. Su cara no tenía nada de particular, pero su atuendo era muy fino. Llevaba un bonito sombrero blanco y una pequeña sombrilla, pero sobre todo, fue el porte aristocrático de la mujer lo que más impresionó al joven taxista. De pronto vio que, con discreción, se llevaba el pañuelo a los ojos y se dio cuenta que lloraba con sollozos que en momentos se confundían con suspiros.

Llegaron a la iglesia, la dama se bajó del carro y caminó hacia las puertas de la iglesia. El chofer no alcanzaba a comprender cómo iba a entrar al templo a esas horas, pensó que tal vez sería amiga del párroco. Al poco rato abordó de nuevo el vehículo y se fueron hacia el Santo Niño. Regresaron al centro, a la Catedral, y luego se trasladaron a la capilla de Nuestra Señora de Lourdes. Allí, el joven taxista quiso seguirla, así que bajó del coche y fue tras ella escondiéndose entre los cipreses, pero la mujer se esfumó a media escalinata. El hombre sintió un escalofrío y optó por regresar al taxi. Al poco rato apareció la dama y se acomodó en el asiento. Un discreto olor a nardos invadió el interior del vehículo. El taxista la vio a los ojos, pero ella esquivó la mirada y le pidió que la llevara al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Más tarde fueron al templo de Santa Rita y finalmente al del Sagrado Corazón, que estaba en construcción. 

Se dice que durante el largo recorrido, la elegante dama no cesaba de llorar con un llanto contenido que impresionó profundamente al chofer. Al regresar de su visita al séptimo templo, el conductor le preguntó:

—¿Quiere ir a algún otro sitio?

—No, es suficiente. Era una deuda que tenía que pagar. Ofrecí hacer la visita de las Siete Casas si sanaba de una grave enfermedad. Por favor lléveme ahora al Panteón de Dolores. 

El fatigado piloto sintió miedo cuando ella le mencionó el destino, pues le pareció extraño. Sin embargo, acostumbrado a recorrer por las noches los rumbos más insólitos de la ciudad con pasajeros de todo tipo, se limitó a cumplir las instrucciones. Le intrigaba el deseo de la señora de dirigirse al panteón a tan altas horas de la noche, pues era un lugar totalmente desolado en las afueras de la ciudad. No alcanzaba imaginar donde vivía su extraña pasajera. Pensó que se alojaría en la casa del administrador del panteón, sin embargo, no se atrevió a preguntar a pesar de que su piadosa cliente había dejado de llorar y se mostraba más tranquila. Llegaron a la puerta principal, el taxista detuvo el automóvil y, volviéndose hacia ella, le dijo:

—Son 300 pesos.

-—Le voy a pedir un favor —contestó la dama con voz tranquila—. Olvidé el monedero y mañana salgo fuera de la ciudad. Vaya a mi casa y explíquele, a quien le abra la puerta, el servicio que me ha hecho. Allí le pagarán la cuenta. Le dejo este anillo en prenda —dijo mientras se sacaba del anular derecho una argolla de matrimonio—. Entréguelo a quien lo atienda.

—¿Cuál es su nombre y su dirección?

Ella le dio los datos y sin decir más, bajó del auto. Caminó hacia la reja del panteón, la abrió, entró y se perdió en la oscuridad. El joven, sentado al volante, observó la escena sin mover el carro. Estaba estupefacto, por unos minutos fue incapaz de creer lo que había sucedido. Todo fue tan sorpresivo y absurdo que sólo entonces se percató de que aquello parecía surgido de un sueño. Le invadió un miedo extraño que le paralizó por un momento, hasta que finalmente pudo arrancar el vehículo, a pesar de que le temblaban las piernas.

Leyenda de Chihuahua de la dama elegante

Al día siguiente se presentó en el domicilio que le había dado la dama. La casa donde tocó el timbre era de una familia adinerada. Una joven con uniforme de servicio doméstico, lo atendió. 

-—¿Qué se le ofrece? 

—Anoche llevé a una señora a varias iglesias de la ciudad y me dijo que pasara a cobrar aquí la cuenta. Me dejó en prenda este anillo —dijo el taxista entregando la joya y al mismo tiempo un papel en donde había anotado el nombre con la dirección. 

La joven se puso pálida y, sin decir palabra, entró a la casa y cerró la puerta haciendo un gesto con el que le pedía al hombre que le esperara un momento. Poco después salió un joven que, con voz agitada preguntó al visitante:

—¿Dónde consiguió la argolla de matrimonio de mi madre? 

—Ya le expliqué a su muchacha que, anoche, llevé a la señora a varios templos y me dijo que pasara aquí a cobrar. Me dejó el anillo para que se lo entregara a usted a cambio del pago de los 300 pesos del servicio. 

El joven, con la cara descompuesta por la angustia y lágrimas en los ojos, dijo con la voz quebrada:

—Mi madre murió hace más de un año de un mal incurable.

El taxista se quedó inmóvil por un momento, sin decir palabra, hasta que de pronto se desplomó en el quicio de la puerta, ¡víctima de un ataque cardíaco!

La Sierpe de Nonoava

El río parecía embravecido después de haber aumentado mucho sus aguas. La gente que vivía a la orilla sabía que tendría que estar preparada con los ganchos para sacar de la corriente trozos de árboles, canoas, postes y todo aquello de utilidad que trajera el río desde Bahuara, Santo Cristo y otros lugares cercanos. De esta manera estaría asegurado, por un buen tiempo, el abastecimiento de leña, combustible necesario para las estufas que se usaban mucho en esos tiempos. 

Era uno de tantos días lluviosos en que había tanta agua, que los ríos crecían de forma considerable. 

Don Jesús «Chu» Moreno, hombre ampliamente conocido por los lugareños debido, entre otras cosas, a su gran estatura, fue testigo de lo que en el pueblo provocó comentarios. Esto sucedió en Río Grande, en la loma de Prisciliano Hernández, a finales de los sesentas del siglo XX.

Un buen día, don Chu admiraba con tranquilidad el río crecido. Con la vista zigzagueante hasta donde alcanzaba a apreciar, buscaba reconocer alguna forma en la furiosa corriente. De pronto fijó atónito su mirada en un retorcido y relativamente largo tronco en el trecho del río. Con sorpresa, pero también con un escondido regocijo por ser el único testigo ocular, alcanzó a ver cómo una serpiente, con características poco comunes, daba vueltas sobre sí misma. Se situaba a veces delante y a veces detrás, persiguiendo y esperando en algo así como una divertida carrera contra el enorme tronco. 

Leyenda de Chihuahua de la sierpe de Nonoava

Aquella bestia acuática fue denominada desde entonces, como La Sierpe. Pero no era aquélla una serpiente común, pues medía casi veinticinco metros de largo y cuarenta y tantos centímetros de grueso. El color de su piel era entre verde, amarillo y café con unos puntitos blancos, lo cual la hacía aparecer como algo único en el reino de la naturaleza. El animal, en sus remolinados movimientos, arrojaba agua a diestra y siniestra. Este detalle habría de provocar acaloradas discusiones acerca de si el extraño ser era serpiente o cocodrilo. El argumento de unos era que el agua arrojada sólo podía ser posible si el animal tenía patas; otros defendían la hipótesis de los coletazos por sobre la de las patas; unos terceros se atrevían a proponer la presencia de ambas características. Y no faltaron unos últimos que aclaraban que era necesariamente un chan: animal conocido por los que se dedican a la poco productiva actividad de la pesca, al norte y al sur del río. 

Por las dudas, don Chu tomó su arma, calibre cuarenta y cinco y vació un cargador y medio en el punto exacto de la aparición. Nunca supo, ni el día de su infortunado deceso, cuántos plomos logró incrustarle a La Sierpe. Extraño adefesio, dirán los estudiosos de lo estético y partidarios de lo bello en Nonoava; horripilante criatura, según el refinado gusto de los niños. Lo cierto es que hasta el momento de escribir estas líneas, La Sierpe no ha acumulado el suficiente historial como para catalogarla de mala. Es más: a su paso río abajo rumbo a Los Ciriacos no ocasionó daño alguno. 

Dicen que La Sierpe fue vista en esos mismos días cuando salía del agua a tomar el sol. Quienes la vieron, pudieron constatar que, efectivamente, era muy larga, dando pie a especulaciones acerca de su origen. Una primera opinión afirmaba que siempre ha habitado en los grandes y profundos charcos. Otros contaban que llegó con la creciente, gracias a que fue desalojada violentamente por el repentino aumento de las aguas en aquella temporada de lluvias. 

Una vez que el caso fue difundido por don Chu, pudo comprobarse que ese día hubo otros testigos para corroborar el suceso. Los datos fueron más o menos los mismos. No obstante, la autoría del relato siempre le ha sido respetada a don Chu Moreno. Desde entonces, cada que el río crece y la gente de la rivera se pone a recoger lo que va a servir para el uso doméstico, la historia es recordada. Y más de uno busca constantemente en el horizonte del río, allá por la casa de Nato Villalobos, con la esperanza de ver aparecer la impresionante largueza de La Sierpe, que por cierto, nunca ha vuelto a ser vista, mucho menos por don Chu, quien descansa ya en los eternos jardines.

El rosario y la sotana sin cabeza

Aquella tarde polvorienta de abril, en el año 1811, hizo su funesta entrada a la Villa de San Felipe el Real, Chihuahua, el batallón dirigido por el brigadier Salcedo.

Traía a los desafortunados pero heroicos insurgentes. La noticia corrió por los barrios cercanos. 

Desde Acatita de Bajan, lugar que se encuentra cerca de Monclova, Coahuila, los traía a pan y agua con torturas continuas, después de que fueran traicionados por un individuo de apellido Elizondo. Junto con Miguel Hidalgo y Costilla venían también prisioneros Ignacio Allende, Mariano Jiménez, Mariano Hidalgo, hermano de don Miguel, y unos cuarenta y cinco hombres más.

La prisión se encontraba en donde estuvo ubicado el Colegio de Jesuitas. En ese lugar estaban la iglesia de Nuestra Señora de Loreto y el Hospital de la Villa. Todo esto se hallaba en lo que hoy son el Palacio Federal, el de Gobierno, el de Justicia y la Plaza Hidalgo, antes llamada Plaza de los Ejercicios. En ese sitio fueron ejecutados los más de cuarenta hombres que compartieron ese ideal de libertad, entre mayo y julio de 1811. Ahí, por intrigas de la Santa Inquisición y malos manejos del Santo Oficio, murió mucha gente inocente.

Entraron a la Villa de San Felipe como si fueran viles delincuentes, llevando grilletes y cadenas en sus pies. El ruido de los eslabones rompía el silencio, además se percibían los murmullos que eran como un grito ahogado en la desesperación. A la población se le prohibió mostrar la más mínima expresión de piedad y simpatía, y se dijo que quien lo hiciera, sería considerado traidor a la Corona Española y sufriría las consecuencias.

El malvado Salcedo condujo a los prisioneros hasta el interior del patio del lugar. En la prisión fueron recibidos por el capitán Armendáriz, quien a su vez los entregó a un cura de apellido Irigoyen.

—La gracia de Dios sea con ustedes, la Virgen los guíe en el juicio de estos insensatos, infieles e impíos prisioneros que dejó en sus sabias manos —dijo Armendáriz.

—Buena y excelentísima misión de valerosos hombres y caballeros la de hacer presos a ese puñado de traidores —respondió Irigoyen. 

Al escuchar esto, el padre Miguel Hidalgo agachó la cabeza y contuvo el impulso de vomitar ante tanta desvergüenza.

Entre aquellos hombres se encontraba un joven servidor de la iglesia parroquial, Justo María Chávez Aguilar, seguidor silencioso de los ideales de Hidalgo, a quien, lleno de admiración y respeto, le puso en la mano un rosario sevillano de carey con un crucifijo de oro. El cura lo recibió agradecido y le dijo:

—Gracias, hijo, por ser un hombre de buena voluntad. 

Justo María, en el fondo de su noble alma, tenía la esperanza de que el gobierno de la Nueva España mandara un mensaje perdonando la vida a Hidalgo por su trabajo sacerdotal.

Este hombre llevaba una entrañable amistad con don Melchor Guaspe, bondadoso caballero español, quien fue el responsable del cura Hidalgo en la cárcel.

Melchor tenía todo el acceso al cura, por lo que le daba oportunidad a Justo María de visitarlo. Siempre que lo iba a ver, lo encontraba orando en silencio con su Rosario entre las manos. El rostro del sacerdote reflejaba una paz absoluta, aunque para don Miguel fueron meses de un gran dolor al saber cómo los malditos sicarios iban eliminando a sus amigos y fieles seguidores. 

Un domingo, al salir de la misa, Justo María fue a la cárcel ocultando entre sus ropas unos dulces envueltos en papel. Eran unas melcochas que le gustaban mucho al padre Hidalgo. Fue quizá el domingo más triste en las páginas de nuestra historia nacional, por ser el último en la existencia del Padre de la Patria. Con mucho esfuerzo y arriesgando su vida, Justo María llegó hasta la celda y estuvo con él hasta la madrugada en una larga conversación. 

Leyenda de Chihuahua del rosario y la sotana sin cabeza

—¿Cómo te arriesgas de esta forma a venir hasta donde estoy como un convicto? Estoy condenado a morir. Al estar aquí conmigo correrás la misma suerte si llega a saberlo Salcedo —le dijo Hidalgo con temor—. Estoy seguro que habrías sido uno de los más valientes oficiales de nuestra causa. Tal vez si te fueras al sur con el padre Morelos, aunque es difícil, porque él mismo está rodeado de traidores que tarde o temprano lo conducirán a un destino igual al mío. Mira, Justo María, tu causa no han de ser las armas, tu causa debe ser la cultura y el despertar de todos nuestros hermanos esclavizados por los gachupines desde hace tres siglos.

El 27 de julio de 1811, Miguel Hidalgo fue degradado, es decir, le quitaron su sacerdocio. El acto se llevó a cabo en el Hospital Real y el padre franciscano José María Rojas fue su confesor. El lunes 30 de julio, a las cinco de la mañana, Hidalgo tomó su último desayuno, una taza de chocolate y pan duro, estuvo orando y a las seis fue llevado a la capilla de San Pedro Apóstol, para luego ser conducido al lugar donde habría de ser fusilado. Antes de su cruel ejecución, se dirigió a donde estaban los soldados del pelotón y les repartió los dulces que un día antes le llevara Justo María y no había podido comerse. Enseguida le cubrieron los ojos y fue fusilado a las siete de la mañana. El pelotón fue dirigido por el capitán Armendáriz, quien después le ordenó a un tarahumara, que vivía en aquel lugar, que le cortara la cabeza al cuerpo de Hidalgo. Éste fue sepultado en la capillita de San Antonio de Padua, ya sin cabeza.

El rosario de Sevilla anduvo en manos de muchos clérigos, hasta que fue recuperado por el Archivo Histórico del Estado, de donde se extravió durante el incendio del Palacio de Gobierno en 1940, un sábado a las tres de la tarde.

El Rosario se convirtió en toda una leyenda. Dicen que José de Jesús Ortiz, primer obispo de Chihuahua, extrañamente lo encontró en su buró y lo conservó con mucho cariño sin conocer su origen. Después, al obispo Nicolás Pérez Gavilán le apareció en su cama una vez que se encontraba muy enfermo. Luego un fraile franciscano lo halló en el lugar donde estuvieron, hasta 1823, los restos sin cabeza del padre Hidalgo. ´

Entre las calles diecisiete y Juárez, antes había una Panadería que se llamaba La Espiga de Oro y era propiedad del señor Ruperto Rubio. Roberto Licon Rubio, sobrino de Ruperto, cuenta que cuando él era niño, se veía por las noches salir del Templo de San Francisco una sotana negra muy lúgubre que se deslizaba hasta los patios de la panadería, donde estaba la cochera. Allí los animales que jalaban los coches se ponían frenéticos, muy asustados, pues veían que atravesaba las paredes la sotana de un cura sin cabeza. 

Algunas señoras que iban a misa muy temprano decían que, en las márgenes del río Chuviscar, no paraban de ladrar los perros y hacía un viento muy feo. La razón era que el alma en pena de un sacerdote sin cabeza vagaba en la oscuridad. ¡Y dicen que sigue ahí! 

La casa misteriosa

Georgina vivía en la ciudad de Camargo, en Chihuahua. En aquel entonces jugaba mucho con unas niñas de la cuadra junto a su hermana mayor. Cierta tarde, una amiga de su mamá llegó de improviso, tiempo después la amiga tuvo que regresar a su casa y la madre de Georgina se ofreció a acompañarla. Las niñas, renuentes a ir, pues querían seguir jugando con las vecinas, tuvieron que obedecer y acompañarlas. 

La charla entre las mujeres les resultaba de lo más aburrida y avanzaban lentamente, arrastrando los pies detrás de ellas con caras alargadas.

Casi llegando a la casa de la amiga de su mamá, notaron una peculiar vivienda que había en el camino. Ambas mujeres iban muy adelante metidas en su plática y no se dieron cuenta que las niñas se habían desviado a contemplar aquella edificación que parecía sacada de los cuentos infantiles. Era blanca con tejas rojas y una ventanita que tenía unas bonitas cortinillas con olanes. Se les antojó entrar al patio de aquel lugar y así lo hicieron. Caminaron lentamente con el temor de que los dueños las sorprendieran. Mientras se acercaban a aquella ventana, alcanzaron a escuchar voces en el interior; eran de señoras con un acento extranjero, hablando en un idioma que las niñas desconocían. 

Leyenda de Chihuahua de la casa misteriosa

Al asomarse por la ventanita, vieron a un par de mujeres platicando entre ellas. De pronto una volteó al sentir la presencia afuera de la ventana, mientras que la otra, que parecía lavar trastos, se asomó para ver quién era. 

Su rostro era amable, al igual que el de la otra anciana; pero al mirarlas, Georgina se asustó y cayó de espaldas sobre la puerta de entrada, golpeándola con las manos al tratar de sostenerse. 

Su primera reacción fue correr y alejarse de ahí, pero escucharon que se acercaban a la puerta que de pronto se abrió.

Georgina aún estaba tirada en el piso cuando una señora de aspecto afable y con una pañoleta en la cabeza le sonrió con su rostro arrugado, le estiró una mano para levantarla y en la otra sostenía un plato con unas galletas que olían delicioso. Su hermana estuvo a punto de tomar una y comérsela cuando Georgina la jaló mientras miraban a las ancianas sonrientes.

—Ándale hija, cómete una. Están recién horneadas —dijo la anciana con una voz muy dulce.

Georgina sentía que algo no estaba bien en todo aquello, lo cual la puso en alerta, así que decidió que se fueran. Mientras caminaban hacia la entrada, sintió la mirada fría y pesada de la anciana. Quiso voltear y se aferró a la mano de su hermana para salir corriendo de aquel lugar. Cuando llegaron a la casa de la amiga de su mamá, ya las estaban esperando; entonces les contaron lo que había pasado. La amiga las miró con sorpresa y palideció.

Les dijo que aquello era imposible, que la casa había pertenecido a dos hermanas solteras que murieron ahí. Se decía que eran brujas y que por alguna razón la casa seguía sin venderse o rentarse y, lo más extraño de todo era que a pesar del abandono, el lugar estaba intacto, como recién pintado. 

Todos en el barrio decían que ellas aun vivían ahí y que jamás se irían de su amado hogar. Las niñas no podían creer lo que les decían, pues ellas vieron a las ancianas de cerca, olieron las galletas, incluso el perfume que usaban. No volvieron a pasar por ahí, tuvieron muchas pesadillas después de eso y pensaban en el destino que habrían tenido si hubieran aceptado la invitación. Georgina nunca entendió cómo sucedieron esos eventos tan extraños e inquietantes, lo cierto es que su hermana y ella jamás los pudieron olvidar.

Se cree que otros niños han desaparecido y estas brujas los tienen en su poder, pues extrañamente cada vez hubo menos niños en las calles, pero los padres de éstos no dicen nada. Algunos piensan que sus familias están bajo un hechizo que no les permite hablar al respecto o salvarlos, pues son personas que actúan como si estos pequeños nunca hubieran existido. 

Condenados a la tragedia

La familia González Hernández era una de las más conocidas de Ojinaga y  la conocían cariñosamente como los “Talcoyotes”. 

Eran personas trabajadoras y de origen muy humilde. También se desempeñaron en distintos oficios como limpiavidrios, cargadores, vendedores de chicles, pepenadores, entre muchas otras cosas, ya que por sus carencias y ser una familia numerosa, no tuvieron la oportunidad de prepararse y conseguir mejores empleos. Pero su destino fue cruel y los marcó con muertes trágicas.

Eran tan queridos, que quedó un gran hueco cuando Lorenzo dejó de trabajar en el crucero de la Trasviña y Oscar Flores, donde se ponía con su indispensable radio a cantar, lo cual hacía también cuando se paraba afuera de Mundo Musical con una escoba a repetir las canciones de su admirado grupo Los Robles del Norte. A veces también se ponía su nariz de payaso y hacía reír a la gente.

En el año 2007 murió Lorenzo, uno de los hijos más chicos de la familia, de la misma manera que su padre, cuando se encontraba en Tacos los Cuates. Esa noche había cantado una canción alegremente como lo hacía siempre. Se estaba despidiendo de algunas de las personas que ahí se encontraban e incluso les dijo algo referente a su muerte, donde anunciaba que él ya se iba a ir.

Después subió a su bicicleta y cuando había avanzado unos cuantos metros, se regresó por una lata de refresco que había visto tirada, en ese fatídico momento un joven, a bordo de un moderno automóvil, lo atropelló. Tal fue el golpe que el auto se volcó estrepitosamente.

Leyenda de Chihuahua de los condenados a la tragedia

El vehículo terminó con sus llantas sobre el cuerpo del joven, arrancando su inocente alma de su destrozado cuerpo, el cual ya no era más que un despojo, muestra de lo cruel que suele ser el destino en la forma de hacernos partir de este mundo. 

La gente que miró a Lorenzo en la carretera tirado, lleno de sangre e inerte, recordó las últimas palabras del joven.

Antes de él, en el mes de marzo del año de 1997 murió calcinado uno de los hijos de la numerosa familia González, el cual llevaba por nombre Ramón, más bien conocido como “Pimo Lamon”. Este hombre tuvo la desgracia de haberse quedado dormido con el cigarro prendido, que, a su vez, prendió el humilde colchón en el que dormía y las llamas infernales cubrieron en su totalidad la casa en la que vivía la familia, dejándolos a todos en la calle y sin un hogar donde vivir.

También el padre de ellos, el señor Tomás González, murió en el mes de mayo del año 2003 bajo las llantas de una camioneta, la cual lo arrolló cuando éste iba transitando por la carretera a Camargo. El accidente conmocionó a la población, ya que, a pesar de no ser un ciudadano importante, ni mucho menos acaudalado, contaba con el aprecio de todos los que lo conocían.

Esta familia vivió en carne propia los caprichos del destino. Se dice que esto había sido brujería o un mal que le hicieron a esta pobre familia, pues Ramón era perseguido por una mujer que estaba enamorada de él y, al rechazarla, ella le lanzó un conjuro tan poderoso que le quitó la vida a otros miembros de la familia, la cual quedó marcada por la desgracia. 

Las brujas de Naica

Cuenta la leyenda que en la ciudad de Naica, Chihuahua, existe una maldición que pesa sobre aquel pequeño pueblo minero. 

El problema que allí reside es que la comunidad está plagada de brujas que atormentan a los habitantes. Por esta razón, todas las personas deben entrar a sus hogares antes de las diez y media de la noche, de lo contrario serán atacados por las brujas, las cuales surgen, desde las minas abandonadas, en forma de bolas de fuego voladoras. 

Dicen que el 31 de octubre, todas las personas escapan de Naica hacia otros pueblos, debido a que este día en particular se reportan desapariciones de niñas, incluso de aquellas que estuvieron en su casa desde temprano. Al parecer, estas malvadas hechiceras se llevan a las pequeñas para luego convertirlas en la nueva generación de brujas.

Si las personas no toman las debidas precauciones, es muy posible que se arrepientan de por vida, si es que la conservan. 

Leyenda de Chihuahua de las brujas de Naica

Una de las historias que se conoce, es la de Monserrat, quien era una muchacha devota y frágil, como la tranquilidad que se vivía en Naica. Obediente y dulce, todo el pueblo la apreciaba y sus padres la adoraban. 

Tenía la costumbre de llevar siempre una camelia en el pelo. A pesar de su corta edad, pues sólo contaba con diez y seis años, trabajaba en la panadería de don Isidoro, un español panzón y apestoso que había llegado a la ciudad de Naica deseoso de hacer fortuna y lo había logrado. 

Monserrat era la encargada de hacer el pan de bizcocho, pues habilidad no le faltaba ni tampoco conocimientos pues los adquirió de su abuela doña Catarina, una buena repostera ya fallecida.

Monse, como la llamaban de cariño, salía de su trabajo a las nueve de la noche y se dirigía tranquilamente a su casa. Una noche se desvió un poco de su camino acostumbrado para ir al lago a ver cómo se reflejaba la luna en la superficie. Tan extasiada se encontraba gozando del espectáculo, que se olvidó de la hora. Cuando tomó conciencia de su impertinencia, la campana de la iglesia sonaba las doce de la noche. 

Monserrat observó que de las montañas mineras se desprendían bolas de fuego que se acercaban rápidamente a la ciudad. Trató de correr, pero no pudo. Una de las bolas se acercó a ella y se transformó en una horripilante bruja que la tomó por la cintura, le mordisqueó el cuerpo y se la llevó. Nunca nadie supo más de Monse.

Ese fue el horrendo destino de la panaderita. Sabemos esto porque desde su choza cerca del lago,  alguien vio todo y fue confirmado cuando, cerca del lugar, encontraron una camelia marchita. ¡Monse se había convertido en una espeluznante bruja de Naica!

La extraña presencia en la radio de Ojinaga

A lo largo de varios meses, muchas personas fueron testigos de los extraños sucesos que ocurrieron dentro de las instalaciones de dos distinguidas radiodifusoras locales, aproximadamente entre las diez y las once de la noche, que es cuando terminaba el último turno de la estación, justo cuando el último locutor se quedaba solo dentro de las modernas instalaciones que guardaban en su interior una extraña compañía de otra dimensión.

Entre los trabajadores comenzaron a correr rumores de que el espíritu de una pequeña niña andaba vagando por los pasillos de las instalaciones. Uno de ellos explicó que, entre varias de sus experiencias sobrenaturales, destacaba el hecho de que su padre, un día que fue por él, vio desde su auto como, al ir saliendo, era acompañado por un extraño ser, poco antes de cruzar la puerta de salida. También aseguró que escuchaba por las noches cómo se caían cosas, pero que al revisar el lugar, todo se encontraba en perfecto orden. 

El otro locutor decía que se escuchaban pasos a lo largo del pasillo y cómo se acercaban a la puerta de la cabina de transmisión, lo cual le provocaba una extraña sensación de escalofrío, pero el extraño entraba nunca para dejarse ver.

Leyenda de Chihuahua de la extraña presencia en la radio de Ojinaga

Varios fueron los locutores y trabajadores que sintieron esta presencia y aseguraron haber visto y oído los ruidos que este ente sobrenatural producía de manera escalofriante.

Tal es el caso del velador que, mientras estaba en el baño lavándose las manos, con la puerta entreabierta para ver si alguien llegaba, vio por el reflejo del espejo cómo una niña estaba parada a un lado de la puerta trasera y entraba a las oficinas. De inmediato salió y fue hacia el lugar, recordando que la puerta estaba cerrada con candado, por lo que no había manera de que alguien entrara; lo cual le dio mucho miedo, sobre todo al entrar y preguntar quién andaba ahí y no recibir contestación alguna.

Otros testimonios recabados con varios taxistas y un chofer de las camionetas de la tomatera, aseguraron ver a una niña en el interior de las oficinas, pero suponían que era la hija del vigilante.

Antes de la construcción, en los terrenos de estas oficinas, a principios de los ochenta existía un hospital que brindaba ayuda a las personas enfermas y algunas veces se realizaban autopsias cuando alguien moría ahí o por petición de las autoridades que querían saber la causa de muerte de alguien en especial.

Al parecer, en este centro de atención médica fue el lugar donde esta pequeña tuvo una trágica muerte, ya que su aparición está relacionada con una muerte repentina, por lo que se quedó con cuentas pendientes y por eso regresa a hacer lo que en vida no pudo, aunque sólo sea para despedirse de sus padres.

El monje del camino

En la actualidad, muchas personas de Ojinaga viajan en sus propios vehículos ya sea para ir de compras o para llevar a los enfermos para ser atendidos en algunos de los hospitales que allí se encuentran. Los caminos son tranquilos, pero todo cambia cuando les pasan sucesos extraños y se cruzan con personas misteriosas en medio de la carretera, muy lejos de la ciudad.

En el transcurso del año 2008, una pareja nativa de esta ciudad vivió un extraño suceso cuando venían de la ciudad de Chihuahua por la carretera libre rumbo a Ojinaga.

Esa noche, que era un poco monótona para el conductor, alcanzó a ver a un hombre parado a un lado del camino, el cual tenía un raro aspecto, pues llevaba una vestimenta muy parecida a la de un monje y la capucha no dejaba ver claramente su cara. Según el conductor, no se le veían los pies y parecía que flotaba.

Leyenda de Chihuahua del monje del camino

Cuando pasaron, inmediatamente le preguntó a su esposa si había visto lo mismo que él. Ella también había notado al extraño hombre.

Cuando habían recorrido casi un kilómetro, encontraron un vehículo delante de ellos y optaron por seguirlo a lo largo del camino hasta que llegaron a Ojinaga.

Cuando las personas del otro auto se detuvieron frente a un hospital y descendieron de él, el hombre se dirigió al conductor y le preguntó por el monje del camino. El otro chofer le dijo que también lo había visto y que los pobladores de esos rumbos decían que aquel ente se le aparecía a la gente que pasaba por ahí en su vehículo a altas horas de la noche. Siempre lo hacía cuando se estaban quedando dormidos por la fatiga del largo trayecto, al parecer, para despertarlos y evitar un accidente.

A la semana, el hombre, acompañado de su pareja, regresaron al lugar para poner unas velas en donde se habían encontrado con la extraña visión. Al llegar al lugar, notó que a un lado de donde se les apareció el monje, había una curva muy pronunciada que rodeaba un barranco y en el fondo estaban unas cruces, las cuales hacían referencia a que ahí habían muerto unas personas por una volcadura o algo similar. Entonces decidieron poner también en ese lugar unas velas. Al subir de nuevo al camino, observaron que frente a la curva donde se les apareció el hombre, estaba una cueva, la cual tenía una entrada muy pequeña. Cuando se fueron, les pareció buena idea llevar una cruz a ese lugar.

Al volver, bajaron del auto y llevaron la cruz que habían prometido, pero, para su sorpresa, ¡la cueva no estaba vacía!, sino que en el fondo tenía varias imágenes de santos que ya estaban muy maltratados, lo cual indicaba que ya tenían mucho tiempo ahí.

La pareja salió y, para no mirar más cosas extrañas, decidieron no volver a pasar por esa carretera. 

El aparecido del camino sigue siendo un misterio no sólo para ellos, sino para todos aquellos que cruzan por ahí y siguen viéndolo en el camino. Quizá algún día deje de aparecer, dicen que esto sucederá cuando alguien se atreva a averiguar qué es lo que quiere aquella alma en pena. Desafortunadamente, su apariencia es tan escalofriante, que nadie quiere detenerse a preguntarle.    

La maldición de las siete hermanas

Entre la década de 1940 a 1950, se dio cierre total a la explotación de la mina situada en la región de San Carlos del Municipio de Manuel Benavides, por lo que muchos trabajadores que habían acudido de varias partes del estado a trabajar ahí, tuvieron que volver a sus lugares de origen. Aunque es cierto que muchos de ellos decidieron quedarse en el municipio y trabajar en alguna otra cosa.

Entre las muchas familias que decidieron establecerse en las cercanías, existió una en particular que quedó entre el poblado de Vado de Piedra y la comunidad de San Antonio del Bravo, pertenecientes al municipio de Ojinaga.  

El matrimonio, que había decidido vivir en ese sitio, tenía siete hermosas niñas. El padre de familia terminó su trabajo en la mina de San Carlos y con los ahorros que poco a poco había logrado juntar, compró algunos animales y unas tierras para sembrar y cosechar trigo, algodón, chile, tomates y otros frutos que posteriormente la familia vendería o cambiaría por mercancía para su propia alimentación.

Al paso de los años, el padre de familia ya le iba bastante bien, por lo que, al menos una vez al mes, cargaba sus carretones con todo lo que tenía cosechado y, jalado por un par de mulas, comenzaba su viaje de aproximadamente dos días hacia la ciudad donde vendía sus productos. El hombre también se daba tiempo para embriagarse y visitar a dos amantes, para después partir de vuelta a su casa.

Así transcurrieron los años, hasta que las siete hijas de este matrimonio alcanzaron la juventud. Fue entonces cuando la madre de ellas enfermó de gravedad y, como favor, les pidió que buscaran a su padre para avisarle que estaba agonizando y que necesitaba que la llevaran con una curandera que vivía en la región de San Antonio del Bravo.   

Las siete hermanas, pensando que su madre estaba exagerando las cosas, decidieron detenerse en un árbol y esperar el regreso de su padre casi hasta el anochecer. La agonizante mujer logró levantarse y por una ventana vio a sus hijas reír y platicar, por lo que se dio cuenta de que no le avisaron al marido de su estado crítico.

Leyenda de Chihuahua de la maldición de las siete hermanas

Cuando el sol comenzó a meterse en el horizonte, el padre regresó a casa para cenar con sus adoradas hijas y su mujer.  Fue entonces cuando ellas entraron con él a la casa y, al sentarse a la mesa, la madre le preguntó a su esposo: 

—¿Por qué vienes a estas horas cuando yo estoy agonizando? ¿Acaso no te dijeron mis hijas que estoy muy enferma?

A lo que el señor respondió que no estaba enterado. Las hermanas, avergonzadas por la culpa, agacharon la cabeza. Fue entonces cuando con ira y coraje la madre lanzó una maldición hacia sus desobedientes hijas:

—¡Las maldigo, a las siete, por desobedientes! Y en mi maldición les digo que cuando cada una de ustedes se case, sus esposos morirán dejándolas viudas.

El padre de familia llevó a su esposa con la curandera, pero lamentablemente era muy tarde, pues el mal que tenía la mujer estaba muy avanzado y era imposible curarla, por lo que falleció a los tres días.

Cuando la mayor de las siete hermanas cumplió los veintiún años, decidió casarse con un joven agricultor y ganadero, pero la maldición estaba sobre ella y, al año exacto de su boda, el joven murió dejándola viuda.

Un año después, la hermana que seguía en edad se casó y a los nueve meses exactos de la boda, falleció su esposo.

Al igual que las primeras dos, las siguientes hermanas que se casaron quedaron viudas a los seis y tres meses. Había una cosa extraña, pues entre cada muerte, había tres meses de diferencia exactos. Por esto, las tres hermanas restantes no quisieron casarse y decidieron quedar solteras por el resto de sus días.

En la década de los sesenta, el padre se enroló de bracero, por lo que se llevó a sus hijas a los Estados Unidos, ya que las amantes que tenía en Ojinaga no quisieron tener una relación seria con él porque pensaban que la maldición que tenían sus hijas les haría algo a ellas. Después de esto, jamás se supo de ellos y se desconoce su paradero, sólo se sabe que en la casa donde vivían aún se escuchan los lamentos de las hermanas que lloran por la muerte de sus esposos por la maldición que su madre les dejó antes de morir y, a veces, la risa de la madre, que se cree que pudo ser una bruja o un ser maligno que les trajo la desgracia a sus hijas al vengarse por su espantosa muerte.

La bruja Juana

Hace muchos años, en las inmediaciones de la Villa de Chínipas, se estableció un matrimonio de raza cahita. Él se llamaba Guadalupe Valenzuela y ella Juana Buitimea. Al lugar en donde se asentaron le pusieron un nombre de su mismo origen, el cual fue Ticiripa.

En aquellos años todavía había una población indígena en Chínipas y sus alrededores, tanto locales como procedentes del estado de Sonora, de donde llegaban huyendo de las haciendas a buscar trabajo en los minerales de la Sierra de Chihuahua,  ya que les era recompensado con mejores salarios.

Guadalupe adquirió muy pronto fama de vago, truhan y borracho. Se dedicó sólo a explotar a la gente ignorante y a los comerciantes con préstamos y fiados que nunca pagaba.

Cuentan que Juana  era muy conocida por sus brujerías, porque sabía mucho por todo lo que aprendió de sus antepasados. Era respetada como hechicera, pues eran fantásticas las cosas que se decían de ella. Se le conocía como curandera y, aunque se ayudaba de rudos y tortuosos procedimientos, mucha gente llegaba hasta su casa para consultarla. Se iban en el tren y en la estación de Témoris se bajaban, para luego caminar casi dos días seguidos hasta llegar a Chínipas, donde vivía. 

Cuentan que mucha gente llegaba de muchas partes, de Chihuahua, Sonora, Estados Unidos y de muchos otros lugares sólo para recibir su ayuda.

Su sistema de curación era completamente primitivo, pues se reducía a recetar brebajos que eran sucios y peligrosas infusiones, así como a aplicar cataplasmas de yerbas y grasas, y a practicar incisiones con vidrios que no eran desinfectados, sobre inflamaciones y otros tumores malignos; pero lo que impresionaba a la gente eran las succiones que ejecutaba con la boca, de forma asquerosa, para extraer el pus, pequeños animales y objetos minúsculos.

Además, la bruja daba brebajes, medicinas y amuletos a sus clientes para hacerse querer de las mujeres o a éstas para retener a un hombre a su lado, originando con estos procedimientos enfermedades serias del estómago y del cerebro.

Estas prácticas comenzaron a crearle un ambiente de hostilidad entre los pacientes a quienes les parecía sospechoso aquello. Luego esta hostilidad aumentó por la opinión del padre José María Piña, quien declaró que aquella pareja estaba endiablada y que lo estarían igualmente todas las personas que tuvieran relación con ellos.

Las actividades citadas y la opinión anterior acabaron por llenar de pavor a mucha gente que huía de ellos como si fueran apestados. Las personas se alejaron de Guadalupe, para evitar la explotación del viejo holgazán, y de Juana por sus actividades de bruja pactada con el diablo. 

Entonces, la hechicera comenzó a tramar venganzas contra la gente que rehusaba acercarse a ella, pedir sus servicios o que no pagaba, llegó a tal grado que su estancia allí se hizo insoportable. Aquella pareja tenía aterrados a todos

Ya en esta situación, Juana se esforzaba para ejecutar sus brujerías por todas partes, ejerciendo venganzas diabólicas. Llegaba a una casa y dejaba oír voces y ruidos truculentos que llenaban de pavor a los que allí vivían; otras veces enfermaba o mataba a las gallinas u otros animales domésticos; más allá dejaba amargada la comida haciendo imposible que se pudiera comer; vertía sal sobre las plantas para secarlas; se presentaba en forma inesperada en lugares apartados, haciendo aparecer todos estos actos como sobrenaturales. De manera que, en todas partes, dejaba el mal y la desconfianza, la duda y la superstición, sin que nada pudiera detener aquella situación que cada día era más preocupante por los chismes y comentarios de la gente.

Don Juan Castillo era un viejo yerbero que era solicitado frecuentemente por Guadalupe para que le llevara plantas medicinales para la bruja; pero cuando se enteró de las opiniones del Cura, se negó a seguir surtiéndolos. En cuanto la bruja Juana se dio cuenta de esto, decidió vengarse con Ponciano, hijo de Don Juan, conocido como el Chapo Ponciano.

Este hombre iba rumbo a Las Borregas, a traer yerbas, ¡cuando se le apareció el Diablo! Lo levantó a quince o veinte metros de altura y lo dejó caer, lo que le causó numerosos rasguños y la fractura del brazo derecho.

Después, Manuel Ramírez acudió a la bruja para que lo curara, pero en lugar de eso, lo hechizó en represalia por cierto disgusto que Guadalupe había tenido con Don Sebastián Ramírez, padre de Manuel. El pobre muchacho fue presa de un estado de abatimiento y de tristeza originado por un brebaje que tomó, lo que probablemente le hubiera costado la vida si no hubiera sido por la ayuda del Cura que de inmediato intercedió por él.

Leyenda de Chihuahua de la bruja Juana

Uno de tantos días, Manuel se encontró con Miguel Avilés y Faustino Esquer, muchachos un poco más grandes que él y, casi a fuerza, lo embriagaron. Ya con el valor del alcohol, Ramírez les contó el origen de su estado diciéndoles que la bruja maldita lo había hechizado.

En medio de la borrachera, se confabularon y fueron a buscar a Lupe y a la mujer, a quienes ya todos odiaban, con el propósito de mátalos en donde los encontraran.

No pudieron localizar al esposo, pero al salir de una cantina por la actual calle Degollado, tropezaron con Juana, quien iba en busca de su marido. En cuanto la vieron, los tres se fueron sobre ella con el impulso de su locura alcohólica, tirándola a golpes y a palos. La bruja se defendió echándoles maldiciones y ofensas, diciendo que el Diablo iba a ir en su ayuda para vengarla.

Los hombres no se preocuparon por esta amenaza y se ensañaron contra ella, quien trató de resistir, pero fue brutalmente golpeada sin respetar su condición de mujer ni su edad. Tanto así era el odio que le tenían.

De pronto llegó un sujeto desconocido a ayudarla, quien se enfrentó solo a los tres borrachos. Durante la breve pelea, esquivó los golpes de una manera extraordinaria y los golpeó con fuerza.

Ya cansados de esta lucha, Miguel Avilés fue a la casa de Don Manuel Bravo, que estaba cerca, cogió una escopeta y regresó al lugar del combate. En el momento en que llegaba con esta arma, la vieja moribunda, a causa de los golpes, le dijo a su defensor: 

—Abirón, llévame porque me muero… 

En ese momento, casi al instante, sonó un escopetazo disparado por Avilés en plena cara del defensor de la bruja. Sus compañeros hicieron el signo de la cruz y, en ese momento, murieron la bruja y el Diablo, quien dio un alarido feroz y vomitó un líquido negro que le brotaba también de los ojos, los oídos y las fosas nasales. Entonces se alejaron unos pasos y vieron cómo, la bruja Juana y el hombre desaparecieron ante el espanto de los tres agresores que se dieron cuenta que, después de haber golpeado a la vieja, habían tenido un combate contra el mismo Diablo. 

Sólo pensaron en huir y ocultar la responsabilidad que podría traerles graves problemas. Aunque todo el pueblo se alegró con su fallecimiento, sólo uno de ellos fue detenido por varios días, pero como no había pruebas suficientes en su contra, fue liberado poco después.

La gente cuenta que a la bruja Juana la mataron a golpes y que a sus asesinos les fue muy mal porque fueron atormentados por su espíritu, ¡hasta que ellos mismos se quitaron la vida de forma horrible!

La tragedia de Cuca

En lo que hoy es Chínipas, a mediados del siglo XIX, entre las familias criollas que radicaban en dicho lugar, se encontraba la de don Vicente Iriarte, quien fue parte de una familia entre cuyos hijos se encontraba Cuca, una joven honesta y hermosa que era la prometida del joven Lisandro Barrosa.

Por ese tiempo surgió una epidemia de cólera que, además de pánico, originó centenares de víctimas entre los habitantes de la región.

Era tal la cantidad de enfermos que se encontraban en todas las casas, que el miedo al contagio ocasionó que algunos fueran sepultados vivos. ¡Así era la prisa macabra con que se procedía!

Entre los tétricos casos que se conocen, existe uno acerca de un enfermo que, creyéndolo muerto, fue llevado a enterrar sin caja y sin mortaja. Al colocarlo en el fondo de la fosa, tuvo un momento de reacción y entreabrió los ojos. 

—¡Atole! ¡Atole! —exclamó refiriéndose al único alimento que se les daba a los enfermos de cólera. 

—¡Qué atole ni que atole! —le contestó uno de los sepultureros— ¡Agacha la cabeza que ahí te va la tierra! 

Y así, aquel desdichado, ¡fue sepultado vivo!

Otro caso es el de un “colérico” que fue amortajado y llevado al cementerio en una carreta. A medio camino volvió a la vida y empezó a quejarse. Asustados, los conductores arrojaron el cuerpo y huyeron al pueblo llevando la noticia de su espanto, pues creyeron que había resucitado. Poco después vino gente al lugar de los hechos y cuál sería su sorpresa al encontrar al hombre vivo y empapado, pues, minutos después de haber sido abandonado, cayó un fuerte aguacero el cual tuvo que soportar. Fue regresado a su casa, sanó de aquella terrible enfermedad y vivió para contarlo.

Leyenda de Chihuahua de la tragedia de Cuca

Entre aquellas víctimas del cólera se contó también a Lisandro Barrosa, prometido de Cuca Iriarte. Antes de morir, ella le juró amarlo eternamente y quitarse la vida antes que pertenecer a otro hombre.

Como prueba de ese juramento, Cuca se quedó con una pulsera de oro, ceñida a su mano y cerrada con un minúsculo candado, cuya llave Lisandro se llevó a la tumba.

Pasaron los años y la joven rechazó a muchos pretendientes, ya que el juramento hecho a Lisandro le atormentaba constantemente y muchas veces en sus sueños creía ver el ánima de su amado, por lo que no se atrevía a romperlo, ni a quitarse la pulsera que ya era su amuleto.

Pero el tiempo, que todo lo cura, hizo que por fin Cuca correspondiera al amor de un nuevo enamorado, Aniceto, un joven trabajador y de muy buenas cualidades.

Se hicieron todos los preparativos y se arregló la boda para el martes 13 de julio de 1853. Se recorrieron las amonestaciones y sólo se esperaba el día fijado para recibir la bendición nupcial, cuando un hecho inesperado vino a romper aquel compromiso con la misma brusquedad con que se había roto el de Lisandro.

Cuca se acostó la víspera de su boda con la emoción característica de quien se casa al día siguiente, lo que le quitó por largo rato el sueño. A las 12 de la noche tuvo un sobresalto nervioso, algo presentía. Instantes después creyó ver una sombra que entraba a su recámara. ¡Era el fantasma de Lisandro! que venía a liberarla del juramento que tiempo atrás ella le había hecho.

Con voz tenebrosa, que le heló la sangre, le dijo al oído: 

—Hoy termina tu compromiso y te dejo en libertad para que te cases y seas feliz. Vengo a devolverte la llave de la pulsera que circunda tu mano para que no tengas que romperla.

Cuca no pudo más y cayó sobre su cama después de lanzar un terrible grito de horror. La madre de Cuca corrió a ver lo que sucedía, encontrándola con el más horrible de los espantos reflejado en el rostro. Trataron de reanimarla, pero todo fue en vano. Nadie pudo dar una explicación sobre lo que le había originado aquel estado de depresión.

El matrimonio se aplazó. Cuca tuvo momentos de alivio que le permitieron explicar a la familia el origen de sus males, mostrando la llavecita que ahí mismo había aparecido; pero los desmayos se fueron repitiendo con más frecuencia, debilitándola al grado de quitarle la vida seis días después.

Aniceto, loco de dolor al perder para siempre a Cuca, tomó la decisión de quitarse la vida ese mismo día, para lo cual escribió una carta a su madre y, bien sellada, se la entregó a su amigo Feliciano, recomendándole que pasados cinco minutos la entregara.

Transcurrido el plazo, Feliciano entregó la carta sin imaginar lo que contenía. Cuál sería la sorpresa y angustia de aquella pobre madre al leer el mensaje donde le comunicaba su fatal decisión y la manera en que lo iba a realizar. Le decía que para cuando ella estuviera leyendo esas líneas, él se estaría arrojando de la torre de la iglesia. También les pedía perdón y que lo sepultaran junto a Cuca.

De prisa y bañados en llanto, corrieron los padres de Aniceto rumbo al templo y alcanzaron a ver a su hijo en el arco del campanario justo en el momento que se arrojaba al vacío y se estrellaba contra el piso. Un grito de horror brotó de las gargantas que presenciaron aquel espectáculo impresionante y horrible.

Así, esa misma tarde fueron sepultados en el panteón municipal los cuerpos de los dos, uno al lado del otro tal y como Aniceto lo pedía en la carta.

Pasado el tiempo y con motivo del fallecimiento de don Vicente Iriarte, padre de Cuca, ocurrida el 13 de abril de 1872, la familia adquirió un lote para sepultarlo a él y a los demás deudos de la familia que después fallecieran. Con este motivo acordaron que se trasladaran al lote los cuerpos de Cuca, Lisandro y Aniceto.

Los encargados de exhumar los restos de Lisandro se llevaron una gran sorpresa  ¡al encontrar el cadáver momificado! Además tenía roto el lazo, con el cual le habían amarrado las manos sobre el pecho. Ambas estaban sobre su cara y el cuerpo recargado del lado derecho. No tenía la posición normal de los muertos y en opinión del doctor que estuvo ahí presente, lo sepultaron vivo y había muerto de asfixia en el fondo de la sepultura.

Desde entonces, en este lugar se ven las ánimas, no sólo de estos tres enamorados, sino también de todos aquellos que fueron enterrados vivos y ahora atormentan a quienes los dejaron morir de forma tan cruel.

El tesoro de Salmerón

Don Ramón Salmerón fue uno de los hombres más ricos e influyentes que llegó a ocupar cargos públicos en un pueblito del distrito de Chínipas.

Con ahorro y trabajo, llegó a tener una buena fortuna y, ya avanzado en edad, se quedó en la villa de Chínipas, donde aumentó su riqueza al volverse prestamista.

Pero en esa época llegó a la comarca un párroco a quien no le pareció bien el negocio al que se dedicaba don Ramón, pues lo consideraba ilegal y en contra de la caridad cristiana.

El párroco habló con Don Ramón y lo hizo cambiar completamente. Dejó ese lucrativo negocio y en cambio se convirtió en un buen cristiano piadoso y caritativo que contribuyó mucho a las mejoras de la iglesia, concluyendo su existencia en medio de aquella paz cristiana un 23 de mayo de 1873 a la edad de 75 años. Pero no paró aquí el cambio de vida del Señor Salmerón, pues surgió una leyenda en la que se decía que, poco después de su muerte, empezó a aparecer un ánima en el patio de su casa y que recorría los callejones cercanos, incluso que de vez en cuando lanzaba lamentos escalofriantes que llenaba de pavor a quienes lo oían.

Leyenda de Chihuahua del tesoro de Salmerón

La leyenda de Salmerón crecía y el pánico también, al grado de que los vecinos del lugar por ningún motivo pasaban por ahí después de las once de la noche.

Cuentan que cuatro jóvenes, al oír la leyenda, se propusieron hacer guardia todos los días hasta enfrentarse al fantasma, para lo cual se armaron de valor y pistolas. Estuvieron vigilando sesenta días, de las diez de la noche, hasta las dos de la mañana, sin que hubiera pasado nada anormal, hasta que dos de ellos abandonaron la misión.

A las diez cuarenta y cinco del 22 de mayo, víspera del aniversario de la muerte de Salmerón, los dos vigilantes que quedaban oyeron un ruido intenso, como si hubieran vaciado un saco de monedas y, a continuación, fuertes gritos, luego reinó  otra vez el silencio.

Al día siguiente, reanudaron la guardia y a la misma hora escucharon lúgubres quejidos que aterraron a nuestros hombres. Uno huyó rápidamente y el que se quedó oyó una voz cascada y cavernosa que le hablaba sin que él pudiera ver nada.

—Soy el ánima de Salmerón, ya que hasta hoy sigo penando. Dile al señor Cura que saque dos depósitos de dinero que dejé y los use para misas por el descanso de mi alma. Que levante el metate de la cocina y ahí encontrará las indicaciones. Díganle que ya he penado mucho y que quiero descansar. 

Luego reinó el silencio más completo. Alejandro, que así se llamaba el único valiente, se quedó petrificado, sin poder ni hablar. Finalmente reaccionó y salió disparado a su casa.

Al día siguiente, se fue directo con el Cura y le narró todo lo sucedido. El párroco obedeció y, conforme lo indicado, levantaron el metate. Su sorpresa fue enorme al encontrar ahí un papel enrollado y mohoso que decía: «Más abajo de este metate se encuentran 165 onzas de oro y a dos pasos de la noria, mirando para la ventanilla de la casa de doña Eulalia Domínguez, hay tres mil pesos en monedas de plata sellada y una firma».

Inmediatamente destruyeron el muro de adobe que sostenía el metate y encontraron completas las relucientes monedas de oro. Pero al buscar las monedas de plata no pudieron dar con ellas, pues no había nada en el lugar señalado en el mensaje.

El párroco hizo uso del dinero en misas, conforme a los deseos del difunto, y se remodeló la sacristía. 

Sin embargo, los años pasaron y el alma de Salmerón no dejaba descansar a los vecinos, pues con frecuencia se escuchaban sus horribles quejidos.

Una circunstancia casual, hizo descubrir la cantidad de plata enterrada cerca de la noria

Durante el sitio de Chínipas de abril a junio de 1911, el servicio de agua potable fue cortado por las fuerzas revolucionarias, lo que obligó a los moradores que quedaron sitiados a abrir norias que anteriormente habían sido cerradas, porque ya no se necesitaban.

Entre éstas, estaba la de la antigua casa de Salmerón. Una cuadrilla de soldados excavó y, exactamente a dos pasos pero al rumbo contrario del señalado en el croquis, la barra de un soldado tropezó con el depósito del difunto.

Sacaron el entierro que consistía en tres mil pesos de plata pura, se lo repartieron entre los cinco y rápidamente los despilfarraron.

En Chínipas hay quienes afirman que todavía ronda el ánima de Salmerón, pues su tesoro fue sacado por personas que no lo merecían, ni le dieron el uso correcto. Ahora este espíritu rondará eternamente y atormentará a la gente para siempre.

¿Y los soldados? Murieron de muertes terribles, tal y como se lo merecían.

El Cristo Sangrante de Cusihuiriachi

Se cuenta que, a mediados del siglo XVIII, llegó a uno de los mesones de Cusihuiriachi, que alojaban a los numerosos viajeros, un hombre con una mulita cargando algo misterioso. 

Se le dio un cuarto, pero casi de inmediato salió a la calle y, como en muchas horas no se le vio regresar, el encargado del mesón decidió descargar la mula y darle agua al pobre animal. Como pasaron los días y el viajero no regresaba, los vecinos se reunieron en el mesón y decidieron abrir la caja misteriosa. La sorpresa de todos fue grande cuando vieron que se trataba de la figura de un Cristo esculpida en madera y que estaba doliente en el Viacrucis.

Leyenda de Chihuahua del cristo sangrante de Cusihuariachi

Lo llevaron al recién inaugurado Santuario de Guadalupe, pero la figura los volvió a sorprender porque, aunque lo metieron en varias ocasiones, amanecía afuera del templo.

—Parece que el Cristo no quiere estar aquí —concluyeron los confundidos vecinos. 

Entonces llevaron la figura al templo más viejo de la población, que estaba consagrado a Santa Rosa de Lima. ¡Y de ahí no se movió!

Dice la gente que se trata de un Cristo muy milagroso que ha concedido numerosos favores a los fieles que llegan.

Algunos también aseguran que la estatua se mueve y han dicho que la sangre que tiene no está pintada, pues, en ciertas ocasiones, se vuelve líquida y aparecen gotas en el piso. 

Los “monitos” de Meoqui 

El 11 de octubre de 1987, unos niños que jugaban en el patio de una casa, en la calle Francisco I. Madero del Barrio Nuevo, dijeron que habían visto algo extraordinario, pues tuvieron un encuentro asombroso con seres que ellos aseguraron que eran extraterrestres. 

Fueron cuatro los principales involucrados, Sergio, su hermano René y los niños Mario y Damián. Estos menores dijeron que habían visto descender, sobre el patio, una luz azul que les provocó sueño. Otro día en que jugaban en la casa de los hermanos, unos hombrecitos salieron de cuatro hoyos y ahí se desmayó Sergio. Cuando los demás intentaron correr, los detuvo la voz de uno de los “monitos”, quien los convenció de que no se fueran.

—No nos tengan miedo, nada les va a pasar.

Desde ese día, el contacto de estos niños y los “hombrecitos” fue frecuente. Pero los extraterrestres nunca les dijeron de dónde procedían, ni qué es lo que buscaban. Los niños dijeron que, al parecer, querían estudiar la Tierra y las costumbres de sus habitantes. 

—Los niños de esa raza no caminan, vuelan y se mueven con facilidad —dijo Mario—. Tienen además la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad y de opacarse con la luz de las lámparas.

Leyenda de Chihuahua de los monitos de Meoqui

En las cuevitas de donde salían, los niños escuchaban murmullos, probablemente en el idioma de estos visitantes. Pero los “monitos de Meoqui” tenían nombres y eran conocidos por la gente como: Hugo, Pancho, Gaspar, Edgar y Crispín, nada fuera de lo común. Trascendió que los visitantes eran delgados, de piel blanca y cara redonda, poseían grandes ojos de color rojo y su nariz apenas se distinguía, la boca era una línea horizontal y al hablar prácticamente no la abrían, no tenían orejas y sus cabellos eran de color amarillo, cortos y puntiagudos, en el pecho tenían un círculo rojizo, sus manos y sus pies parecían las patas de un batracio y sólo tenían tres dedos.

Cuando se conoció el suceso, muchos invadieron el patio con toda clase de preguntas. La tranquilidad se rompió durante semanas.

Los hoyitos junto a la pared tenían una profundidad de dos centímetros a dos pulgadas. Pronto ya había también adultos que aseguraba que los habían visto en esos huecos y, tiempo después, fue aprovechada esta fama de Los Monitos de Meoqui, incluso para un 20 de noviembre hicieron un carro alegórico con estos ilustres personajes.

El 27 de octubre se celebra el descubrimiento de los famosos “Monitos de Meoqui”, estos pequeños seres de aspecto humanoide que después varios niños más dijeron haber visto salir de la tierra. Este suceso llegó a convertirse en leyenda urbana, al grado de que hasta un corrido se les compuso.

Cuando se cumplieron 23 años de este acontecimiento, en el año 2010, se organizó por parte del Ayuntamiento el evento “Dos siglos y mucho más” en el marco de las fiestas de aniversario de Meoqui, donde se incluyó el llamado “Píntate mono”, inspirado en el mito de los Monitos. 

Al tratar de hablar con algunos de los habitantes de esta ciudad, dicen que la aparición de los famosos extraterrestres influyó mucho, ya que desde ese momento Meoqui sobresalió de manera internacional y fue conocida como “La ciudad de los monitos”, aunque hoy todavía muchos no lo crean y continúe el dilema sobre qué fue lo que en verdad vieron aquellos niños.

Años después, se decía que los seguían viendo, pero los seres no querían que se lo dijeran a nadie más. Incluso se volvían invisibles cada vez que les quería tomar una foto o cuando llegaba algún curioso.

Se cuenta que veinte años después de este caso, que muchos catalogaron como alienígena, en el 2007, uno de los que vieron a Los Monitos de Meoqui, murió de manera trágica y espeluznante.

Otro de los niños confesó que estaba a punto de quedar loco porque los encuentros a veces eran todos los días y no sabía con qué fin, pues sólo le decían que en un momento determinado se lo llevarían… ¡y cumplieron!

Fue el seis de abril de 2007 cuando Javier apareció muerto en su casa, con cortes quirúrgicos en su cuerpo, pero con todos los órganos intactos. Los doctores y forenses no se explicaban el motivo, pero aseguraron que fueron hechos por un médico muy talentoso por la perfección de las incisiones; además, una extraña sustancia apareció en su sangre, y hasta hoy no sabe que era.

Por su parte, Sergio aseguró a la policía que su amigo le habló tres días antes para decirle que estos seres vendrían por él.

Como sea, lo mejor es cuidarse de aquellas criaturas, no vaya a ser que al ver a algún visitante o niño, le parezca un digno ejemplar humano, para ser llevado o abierto con fines de estudio extraterrestre.

La casa del payaso en Jiménez

Hay una casa en Jiménez Chihuahua, donde cuentan que vivía una pareja con un niño. Los padres le organizaron una fiesta de cumpleaños, para la cual contrataron a un payaso. Éste, al terminar la fiesta se fue y, minutos más tarde, el niño desapareció. Sus padres lo buscaron, pero nunca lo encontraron. Un par de días después, los padres del niño rebelaron las fotos del cumpleaños y ¿qué creen? ¡En las fotos salía el payaso comiéndose al pequeño! 

Las personas que han habitado en esa casa dicen haber visto, oído e incluso sentido cosas y no duran mucho viviendo ahí.

Leyenda de Chihuahua de la casa del payaso en Jiménez

Hubo una familia, de cinco miembros, que llegó después a habitar esta casa y, al entrar, vieron que estaba el cuadro de un payaso con la palma de la mano abierta. Era muy bonito así que decidieron dejarlo.

Cuando llegó la noche, todos se acostaron. A la mañana siguiente, el padre de la familia murió. Nadie se fijó en el payaso, pero su mano había bajado un dedo.

A los pocos días murió la madre y el payaso bajó otro dedo. Así fue haciéndolo hasta que ya tenía todos los dedos abajo, menos el meñique.

Aquella noche, la casa se quemó y los bomberos fueron a apagarla, pero lo único que pudieron salvar fue el cuadro del payaso, ¡que ahora tenía el puño cerrado!

Se dice que también algunos vecinos han logrado escuchar una melodía de circo, muy suave y cuando termina, es que el payaso diabólico le ha quitado la vida a quien la escuchó dentro de la casa.

Después de pasar diez años, reconstruyeron la casa y otra familia de cinco personas se mudó a vivir allí. Cuando entraron, vieron el cuadro del mismo payaso con la palma de su mano abierta.

Nananela

Lo que queda de la Hacienda de don Juan Murga, mejor conocido como Juan “el duro”, es uno de los sitios más especiales para los sanandresinos, pues fue ahí donde se forjó una de las mujeres más destacadas y heroína de la historia de San Andrés, la apache Nananela.

Cuenta la historia, hoy hecha leyenda, que Juan Murga fue un boticario instruido en Chihuahua capital, quien, al regresar a su ciudad natal, brindó atención médica a los lugareños. Se dice que en una ocasión los apaches bajaron al valle a visitar al boticario, quienes le llevaron a una jovencita en mal estado de salud, para que la curara.

Leyenda de Chihuahua de la leyenda de Nananela

La apache y el boticario se enamoraron, entonces él se la robó y la llevó a la hacienda en donde mandó instalar barrotes para protegerse de las acciones de venganza de la familia de la joven. A lo largo de los años, los apaches bajaban a buscar venganza, pero Juan “el duro” siempre lograba salir bien librado. 

Así pasó el tiempo durante el cual procreó doce hijos con su esposa, quien fue conocida como Nananela; la apache que tenía parentesco con el gran guerrero apache Gerónimo.

Una noche desafortunada, los apaches sorprendieron al hacendado y una mortal flecha logró pasar entre los barrotes incrustándose en su corazón. Luego de dar muerte a su compañero de vida, Nananela fue castigada por los apaches, quienes la rechazaron y trataron como traidora, pues se le prohibió buscar a los de su tribu y fue condenada a seguir, en adelante, sola.

Nananela vivió más de cien años y fue ella quien dio vida a cuarenta mil hectáreas del hermoso valle que rodeaba la hacienda. Sus descendientes han heredado su historia, la cual cuentan con orgullo. Ellos conservan fotos de su antepasada y de la época de bonanza de la hacienda.

Se dice que andaba a caballo sin montura, que cortaba lazos con los dientes, que realizó toda clase de trabajos rudos en la hacienda y que salió adelante sola como toda una guerrera. Ella nunca se sintió castigada, pues a una mujer así, no se le puede imponer nada.